sábado, 12 de septiembre de 2015

Errante y atroz Por Héctor Fuentes

Por las calles atiborradas de basura,
la noche sorprende
a un corazón de barrilete.

La lluvia llegó temprano,
y la casa de chapa y diarios
ya es parte del brutal
canto de la tormenta.

Otra vez la suerte todo se llevó.
Esa rueda de la fortuna
es tan ciega y disparatada
que nunca deja de hacer estragos.

Los semáforos parpadean
sus luces de tres colores.
Una mano es una estrella
que abriéndose pide a gritos,
que no se cierre en un puño
la palma de los vencidos.
Y en los cueros ajados
de un balón
patea con furia la vida.

En los pies es donde nace
el frío y el movimiento.
En la manga de los puños
la mugre cierra el conejo.
Llanto sucio del olvido
abierto en dos ojos buenos.

Por la vereda pasan
los hombres.
Por el asfalto ruedan
los años.
Es eterna la costumbre
de no mirar al costado.

Un día es un pan
y un deseo.
Un sigla es la espera
que rezan los santos.
Vida que se abre
en un fuego.
Vida que quema
en los labios.
Antorcha que lleva prendida
la cara de un niño hambriento.
La risa mete la púa
y todo empieza de nuevo.

Las noches beben el agua
de los sueños desterrados.
La correntada se lleva
las hojas y los harapos.
A quemarropa dispara el tiempo
contra los barcos abandonados.

(De su libro “Melancrepuscolía”)

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