sábado, 12 de septiembre de 2015

R.S.V.P Por Diego Santiago Cazzaniga

Entras
con tu deber de
abrir ventanas
donde enmohece
el recuerdo.
Ya no perfuma
el paraíso
ni el canto
es de gorriones
bebiendo atardeceres
profanos.
Y llegamos nosotros,
sí,
oliendo a ese mar
donde la sirena traduce
la queja de una bisagra
en melodía de olas
sobre huellas
que se van.
[Cuando el alba áurea
nos desnude en las rocas,
curados en sal,
seremos su deseo caníbal,
una famélica urgencia
acechando al amar].

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