Huele a hogar,
a leña de ciprés ardiendo
que impregna las cortinas del cuarto, la sala, el vestíbulo…
El resplandor pinta de rojo a la mujer
quien aviva el fuego con su melodía
hasta que la mañana se filtra por los postigos
hacia sus ojos, a su talle,
y señala el límite de un encanto…
Otra vez el día.
La figura en el jardín agita sus manos,
desde los rayos del sol
meciéndose, como al compás de la música que cesó,
en tanto oscilan pétalos de amapolas;
las copas de los árboles…
Los brazos se extienden y otras siluetas se acurrucan entre las nubes
como niños
que buscan brillar y continuar su canto
lejos de las sombras.
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