viernes, 6 de diciembre de 2019

Concurso Literario “Llegó la hora de escribir un cuento” VI Primer premio: La amistad más larga que el tiempo – Por Gastón Zarza


Como muchos ya saben esta historia va a empezar hace muchos años atrás. Cuando yo era chiquito y vine a la ciudad desde una granja con mi nueva familia, queme traían de acá para allá con muchas caricias y amor. Ellos me compraron un collar de mi color preferido que es el verde, ya que si me perdía en la ciudad sabrían que yo tenía dueño. Siempre peinaban mi pelo castaño, me sacaban a pasear en auto y también salíamos al parque. Como se deben dar cuenta yo no soy un ser humano aunque me llevo bien con ellos, soy un perro y las personas me dicen cachorro o por el nombre que me dieron mis dueños, Beethoven. Siempre que Branco trae amigos a casa le preguntan ¿No muerde? Y yo pienso ¡SOY UN PERRO NO UN LEÓN!. Y así es la rutina de todos los días que mi dueño trae un amigo a casa. Lo mejor es cuando viene María con su perrita, mi amiga Perla, que es la más linda del barrio para mí y encima su dueña siempre me alza y yo me pongo muy contento, pero lo peor es que siempre me baña ante de irse.
       Una vez yo y mi dueño íbamos a ir a la casa de uno de sus amigos y como siempre vamos a la tarde porque su mamá, lo hace bañar a Branco y después, le dice que me bañe a mí. Cuando terminamos salimos, siempre pasábamos corriendo por la calle sin mirar, entonces por hacer eso, casi nos choca un auto pero se desvió chocando contra el cordón. Yo salí corriendo del susto sin mirar para atrás, observé una casa con galería que tenía la puerta de entrada abierta y sin pensarlo dos segundos, fui y me escondí debajo de una planta, aturdido de  tantos ruidos de sirenas , bocina y gritos .Mientras pensaba en mi dueño me dormí.
Al otro día me desperté dentro de una casa y me rodeaban tres personas que murmuraban a mi lado. Decían: - tenemos que buscar a su dueño, porque debe tener uno ya que tiene un collar y además no vamos a poder tenerlo en el departamento-. Pero uno de ellos no se veía muy contento con esta propuesta de buscar a mis dueños. Él era el más pequeño de los tres y los padres le advirtieron que si me iba a cuidar hasta encontrar al dueño, tiene que ser a escondidas del guardia del alojamiento. El chico rápidamente le dijo que si y que se iba a encargar de que el guardia de seguridad no lo vea. Se fueron los tres y el chico luego volvió con alimento y leche pero yo ese día no comí, porque siempre estaba angustiado por lo de Branco, por no saber cómo estaba, hasta que con el tiempo se me fue pasando y comencé a comer y divertirme con el niño que me cuidaba. Él se llamaba Agustín, es muy bueno conmigo y me recuerda mucho a mi anterior amigo.
A los día siguientes, ellos como no sabían mi nombre me nominaron Matías, a mí me gustaba pero siempre que me nombraban yo no les hacía caso porque estaba acostumbrado a que me llamen Beethoven. Pasaron los meses y yo me iba adaptando a la nueva casa, nuevos dueños, nuevas reglas y nuevos amigos.
Agustín siempre que salíamos al parque se llevaba la pelota y jugaba solo, nunca buscaba amigos para jugar pero lo que me di cuenta es que era muy buen deportista y me propuse buscarle nuevas amistades, aunque él no quería salir mucho. Entonces yo aprovechaba siempre, las pocas veces que salíamos, y me acercaba a niños que me acariciaban y hacía que me siguieran hasta llegar con mi dueño, y él ni les hablaba. Pero intenté una vez más, luego salimos nuevamente y detrás de un muro escuché gritos de chicos jugando a la pelota y Agustín se detuvo con ganas de entrar pero luego su cara se entristeció y seguimos caminando.
Otra semana volvimos a pasar de nuevo por el frente del mismo muro y él me llevaba con una correa e inmediatamente forcé hacia dentro y logré que Agustín entre al club. Pero de pronto, una pelota vino rodando a sus pies, era de los chicos y mi dueño se las devolvió con una patada increíble, que dejó a los niños mirando con los ojos grandes, estupefactos y lo invitaron a jugar. Él se hizo muchos amigos por su gran habilidad.  Y yo siempre iba con él, fue así que una vez vi a Branco. No podía creerlo, mi cola se movía de felicidad, y de la emoción, cuando me di cuenta él ya se estaba yendo y pensé en seguirlo pero algo me detuvo, fue pensar en Agustín y me quedé, estuve toda la noche pensando en ambos.
Al otro día fuimos de nuevo a jugar al fútbol y estaba Branco hablando con otros chicos, al verme vino corriendo hacia mí; Me levantó, me abrazó y hasta una lágrima se le cayó. Cuando Agustín lo vio me arrancó de los brazos de él bruscamente diciéndole que me dejara. Branco sorprendido le contestó:- ¡No  es mío! Y se llama Beethoven-.  Y así fue la discusión por mí, yo angustiado al ver pelear a mi más grandes amigos, temía pensar que no se iba a poder arreglar más, pero no fue así.
 Luego de horas de discusión, su conversación fue cambiando y se dieron cuenta de que tenían mucho más en común que lo que tenían para pelear. Fue así que llegaron a un arreglo de compartir los días conmigo. La semana siguiente ya estaban jugando juntos y escuché que Branco le contó la historia de cuando me perdió y de cuánto me extrañó. Agustín se puso triste porque él le había dicho a sus padres que no quería buscar a los dueños ya que quería tener un buen amigo. Agustín me miró y se dirigió corriendo a darme el más lindo abrazo, a la vez dejándome ir con Branco pero igualmente nos veríamos todos los días en el club, en el parque, en la casa de Branco y en la suya.
Así que todos los días nos juntábamos, nos veíamos, jugábamos, corríamos, ellos conversaban y se hicieron muy buenos amigos, también crecimos.  Hoy les cuento que mi historia no termina acá, porque yo estoy aquí sentado a la par de mis dos mejores amigos, no somos los mismos pequeños pero sí somos los mismos amigos porque la amistad es más larga que el tiempo.

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