sábado, 16 de abril de 2016

EL DESPECHO DE ELISA Por Pablo de Jérica

Orillas del Abendaño
Quejábase el otro día
De su zagal inconstante
La bella zagala Elisa.
Suelto el hermoso cabello,
De triste luto vestida,
Entre suspiros ardientes,
Así llorosa decía:
“Después de tantas promesas,
Tan repetidas caricias,
¿Romper, ingrato, pudiste
El lazo que nos unía?
¿Adonde está la firmeza
Jurada, fiero homicida?
¿El amor, la fe, el cariño?
¡Pérfido! ¿cómo mentías?
Libre ya de aquella llama
En que por mi amor ardías,
¿Pudiste, cruel, dejarme
Burlada y escarnecida?
La que en los hombres se fía!
Mas de tan funesto engaño
Sabré vengarme en mí misma.
Y pues la muerte es tan dulce
Para quien odia la vida,
Las aguas del Abendaño
Ahogarán las penas mías.”
En esto a precipitarse
Presurosa se encamina;
Mas la idea de la muerte
La contiene, la horroriza.
“Por cierto que soy muy loca,
-Dijo dejando la orilla-.
¡Hay tantos zagales! ¡tantos!
Y sólo tengo una vida.”

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