sábado, 16 de abril de 2016

UNA MIRADA QUE CONFORTÓ A UN AMIGO EN DESGRACIA


He aquí el relato de una obra sencillísima de amor, que consoló a un mísero prisionero, dándole fuerzas para resistir a la desesperación durante los largos y penosos años que debía pasar en la soledad de la prisión.
Hace algún tiempo, un joven de esmerada educación vio caer el oprobio sobre su limpio nombre, a causa de cuantiosas deudas que había contraído.
Condenado a un largo encarcelamiento, pasó aún por la amargura de saber que todos sus antiguos compañeros habían formado el propósito de no volver a hablarle, cuando cumplida la condena fuese puesto en libertad.
Al cabo de unos meses, se le llamó ante el Tribunal, para responder a las preguntas del juez referentes a sus deudas. Un antiguo amigo se enteró por los periódicos de la mañana, que al día siguiente había de verse aquella causa ante la Audiencia de lo criminal.
La historia entera de su antigua amistad se le representó ahora conmoviéndole profundamente; la imagen de su amigo en desgracia le hizo olvidar los prejuicios que hasta entonces le habían retenido. Así, pues, acudió al Palacio de Justicia y se detuvo en el corredor que conducía a la Sala en que había de celebrarse la vista.
Escoltado por dos alguaciles, el infeliz prisionero avanzó por el pasillo, bajo los ojos por la vergüenza de ser visto, y al pasar junto al amigo de sus días dichosos, éste se descubrió con respeto. El desventurado prisionero vio aquel noble gesto y jamás lo echó en olvido Aquel porvenir suyo, que tan desesperado le pareciera, desde entonces se aclaró para él con un rayo de luz. Aun le quedaba un amigo, que en la desgracia no se avergonzaba de él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario