viernes, 28 de junio de 2013

El arte de aconsejar - compiló: Jorge Dágata

Siempre ha sido un arte muy difícil el de aconsejar a un poderoso, sobre todo cuando se lo quiere hacer desistir de un proceder que perjudicará a otros. La siguiente anécdota, conservada durante más de dos mil años, se ubica en la que quizás sea la primera ¨ley seca¨ de la historia, en el reino chino de Shu.
Debido a una gran sequía hubo prohibición absoluta del vino. El soberano Shienchu decretó severos castigos para quienes poseyeran tinas y aparatos de destilación en sus casas, tan extremos como los aplicados a aquellos que eran sorprendidos fabricando realmente bebidas alcohólicas. El objeto de las prohibiciones era realizar economías, muy necesarias por la escasez, pero se argumentaba que era un medio para aplacar a los dioses.
Chieng Yung, un poco bufón y otro poco consejero del rey, era un conversador o persuasor profesional. Su trabajo tenía verdadero riesgo, ya que si fracasaba o causaba alguna molestia al soberano sería destituido instantáneamente y le esperaba la muerte. Como nadie se animaba a enfrentar la ley, la sola posesión de un objeto que pudiera servir para producir vino traía la desgracia a los campesinos y sus familias.
Cuentan que un día el consejero Chien Yung iba en coche con el poderoso Shienchu por el campo, cuando vieron cruzar a un joven.
-¡Haz detener a ese hombre! -gritó Chien Yung.
-Pero, ¿qué ha hecho? -preguntó el rey, muy perplejo.
-Va a cometer un adulterio.
-¿Cómo lo sabes?
-Tiene los órganos del adulterio, exactamente como los cosecheros tienen sus tinas listas para fabricar vino.
Parece que el soberano soltó la carcajada y ordenó que los detenidos por causa de la prohibición del vino fueran puestos en libertad.
(Sobre un texto de Siching Tsachi, citado por Lin Yutang en ¨La importancia de comprender¨).



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