En un tosco cielo de cal blanca
como el amanecer mediocre de un mal pintado día,
adornaban el peso de una fecha ya lejana.
La palidez del tiempo contagiábale colores
cada vez más cerca
de aquella que vigila en secreto a cada tumba
como preguntándonos: “¿Tú también has sembrado
de flores secas
tu cariño sepultado tras los días?”
Si supieras...
yo también converso conmigo cuando paso
distraídamente, como con amnesia,
de flores secas, desteñidas y olvidadas,
cuando el viento va rozándolas sin verlas.
Nadie sabe qué historias
les contarán el ataúd, la tierra,
la noche pálida y la serena
multitud que comparte esa brevedad de aire,
ese acariciar gastado por la niebla.
Y no habrá nada más que olvido o lágrimas
hasta que los años pasen y que la nave vuelva,
bajo un potente trueno que con su voz recoja
los vivientes frutos de la estéril tierra.
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