Recuerdos nebulosos, que vienen del pasado
trayendo los aromas que tiene la ilusión;
aromas de un encanto, ya mustio y marchitado
que vuelve a colorearse con gélida emoción.
Aromas del recuerdo. Las horas que se han ido
envueltas en cendales, de dicha o de pesar,
nos dicen en la angustia del tétrico latido
que aquellas que vivimos también se han de fugar.
Recuerdos dolorosos; que todo lo vivido
florece en la nostalgia, florece en el dolor,
y al eco inacabable, por siempre repetido,
retorna la sonrisa que tuvo algún amor.
A veces, en un libro, dejado en el olvido
de amarga inconsistencia; volvemos a encontrar
un algo que, en un tiempo, nos fuera muy querido
y el tiempo ha conseguido paciente marchitar.
Y así es que en esas hojas; papel amarillento
que nada, se diría, nos puede ya decir;
hallamos esa queja, con íntimo lamento,
de aquello que conoce que ya no ha de vivir.
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