Mucho tiempo hace, había en la India un santo varón. Durante siete años este hombre de Dios hizo muchas y muy buenas obras, y al terminar este período de tiempo, subió los tres escalones que habían de llevarle a las puertas del Paraíso, y llamó fuertemente, hasta que le contestó una voz.
-¿Quién llama? preguntó la voz.
-Vuestro siervo, Señor, que pretende entrar.
Pero ni se le contestó, ni se le abrió la puerta.
Volvióse el hombre por el mismo camino, y durante siete años más, hizo otras muchas buenas obras, viviendo virtuosamente y sacrificándose por el prójimo. Al fin de este tiempo volvió a subir los tres escalones y a llamar estrepitosamente a las puertas del cielo.
También entonces le dijo una voz desde dentro:
-¿Quién llama?
-Tu esclavo, ¡oh Dios! -replicó el santo varón.
Mas la puerta no se abrió.
-Ah! Pensó he sido egoísta. No debo pensar en mí mismo. En adelante haré el bien sólo por el bien.
Volvióse, pues, y durante otros siete largos y pesados años, se esforzó por vivir una vida noble, y consiguió apartar de sí enteramente el sentimiento egoísta. Terminados estos siete años de trabajo, subió de nuevo las tres gradas que conducían al Paraíso, y llamó suavemente:.
-¿Quién llama? dijéronle desde dentro.
-Tu hijo, Padre mío.
Abriéronse las puertas y el hombre de bien entró en el Paraíso.
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