recibidme ahora para la navegación (Es verdad así
“Héctor yacía en el suelo, desvanecido”
mientras la enaltecida ola quebraba sobre la playa.)
Fácil es volver a ella. Queridas sombras
atended el movimiento de los dioses que, al atardecer
rompen entre sus dedos las negras uvas.
Aquella tierra es dulce, y su dulzura
nos entrecierra los ojos. Evoquémosla,
sin temores. Pasa la tarde amarilla y ceniza,
sobre las torres. Desvarían los ángeles hermosos
entre los trebolares de la costa. Pero más aún,
desfallecen con las cabezas curvadas de dolor
en los jacarandaes.
Fácil es volver a su profundo y solitario aljibe,
a la querida casa.
(Evoquémosla sin temores, porque ella ya no existe.)
De “La Prensa”, 1966
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