Mudo, insondable, de misterios lleno,
El Infinito azul rueda triunfante;
La Tierra lleva cobijada al seno,
Como la madre al pequeñuelo infante.
La Tierra, con graciosa gallardía,
Lleva, al surcar la esfera luminosa,
Sin derramarla en su incesante vía,
La copa verde en que la mar rebosa.
La mar lleva a la nave, que audaz vuela
Y abre camino a su arriesgado empeño;
La nave, bajo de la hinchada vela,
Me lleva a mí sobre su frágil leño.
Ave errante, volando a la ventura,
Yo, que lejos de ti lloro proscrito,
Llevo en el corazón tu imagen pura,
Y hallo en ella otra vez el Infinito.
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