El viejo del vagón le decían en el pueblo porque nadie lo
conocía, no sabían de donde había venido. Algunos pensaban que había escapado
de la justicia, otros que escapaba de algo malo, por eso estaba solo, nadie
hablaba con él, su aspecto ermitaño, de mal carácter, desagradable y desalineado,
asustaba a la gente.
Vivía en un vagón abandonado, que el ferrocarril había
dejado cerca de los galpones de una vieja estación en la que moraba un hombre
al que llamaban “jefe”. Por ahí vivía también un joven que luego de la escuela
solía andar caminando por las vías con su honda y unas piedras en los bolsillos
del pantalón, porque en esa época no existía Internet, y los jóvenes solían
hacer otras cosas, como por ejemplo cazar.
Fue esa
tarde que Matías se encontró frente a frente con aquel señor extraño que venía
por las vías en sentido contrario.
A primera
vista y casi de inmediato, Matías sintió mucho miedo, recordó algo que una vez
alguien le había contado. El viejo del vagón y el “jefe” habían sido bueno
amigos. Este último tenía una hija que era hermosa y solía sentarse con el
viejo a charlar sobre el andén de la estación. Un día se enamoraron y esto hizo
que el “Jefe” le prohibiera a su hija ver a su amigo, así que la encerró en un
cuarto. Un día ella se escapó para poder encontrarse con su gran amor. Ese día
un tren que venía del norte no pudo parar, ella cruzó las vías sin mirar,
quizás pensando en el encuentro con su amado y no lo pudo ver. Ese día fue
trágico, algunos todavía dicen que lo recuerdan.
Matías
miró nuevamente al viejo, pensó en salir corriendo pero al mirar al joven, éste
le sonrió y al instante preguntó
_ ¿Qué andas
haciendo por las vía solo? ¿No sabes que es peligroso?.
– Sí, lo sé. Mi
abuelo siempre me lo dice.
Ese día Matías empezó a conocer al viejo del vagón. Se
enteró que era un hombre sencillo y bonachón, que la historia que él había
escuchado de un amor y una tragedia había sido verdadera. Había elegido vivir
solo y sin contacto con las personas porque su dolor por aquella hermosa mujer
que la vida le había arrebatado le produjo un sufrimiento tal que solo se
estaba dejando morir.
Con el
tiempo, construyeron una gran amistad. Así fue que Matías se enteró que se
llamaba Rodolfo, nombre que su madre le había puesto por su padre.
Al pasar el tiempo
Rodolfo, el viejo de vagón cambió su vida, conoció a Isabel la tía de Matías.
En el pueblo decía que ella trajo la cura a todos sus males y que él pudo
encontrarle un sentido a la vida y Matías comprendió que lo que dicen de las
personas a veces puede ser verdad, pero otras hay que llegar a conocerlas.
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