lunes, 13 de enero de 2020

Concurso “Contate un cuento XII” - Mención de Honor Categoría C: “Bajo el edredón de plumas” - Por Julieta Watts, alumna de la E.E.S. N° 19 de Tandil


La noche era el peor momento del día. Se bañaba en oscuridad, no había nada peor que eso...  La oscuridad era el lugar donde las sombras podían venir a atacar. Ellas no tenían por qué esconderse pero yo sí. Para combatirlas, mantenía todas las luces encendidas. Debía sobrevivir hasta la mañana siguiente, para así poder volver a ver a mamá y salir al patio a jugar.
Una noche mamá me retó por mantener la luz encendida. Ella trabajaba mucho para cuidar de los dos y no podíamos darnos ese lujo. Así que tuve que enfrentarme a mis miedos.
Fue espeluznante: podía percibir en la oscuridad el movimiento, podía sentir como me paralizaba; no podía moverme, aún estando consciente. Dejé que mi edredón de plumas me solapara, con la esperanza de que la salida del sol se apresurara.
Un entrecerrar de ojos, y  mi madre estaba junto a mí. Ya era de mañana, y su rostro lucía una preocupación apenas disimulada.  Me dijo que me había oído llorar y gritar. Por supuesto, no era la primera vez. Solución desesperada: una historia amable y valiente, que me diera el coraje de querer volver a soñar antes de dormir.
Esa noche, estaba en mi cama, y mi madre junto a mí sosteniendo un libro. La historia trataba de la lucha contra las sombras; era el cuento indicado para mí. El héroe se adentraba a un mágico mundo  cada vez que se cubría con su acolchado de plumas. Las plumas contorneaban  las figuras bañadas en tinta de aquellos seres que se paseaban como fantasmas en nuestra realidad nocturna, en una realidad sumergida en sueños. No hay nada que temer, entendía el héroe; sólo son sombras que quieren no sentirse solas, que tienen una verdad que decir al viento, pero que no encuentran oídos que quieran conocer.
Esa noche mi madre se despidió de mí, me dio un beso en la frente y colocó una vela en el escritorio de mi pieza. Tenía tiempo hasta que la vela se consumiera para dormir.
Las sombras comenzaron a aparecer. Me escondí debajo del edredón. Pude ver desde la suavidad que me acobijaba las verdaderas figuras de aquellos seres que me hacían temblar, eran animales, personas, criaturas viajando en un mundo distinto colisionando con el real, aunque para ellos su mundo también es el real. Encontraron mis ojos observándolos. No todos podían verme, pero sí percibían la luz cálida que mi ser infantil irradiaba como una antorcha en ese mundo umbrío.
Siempre estuve rodeado de las sombras, pero mi temor no me había permitido mirarlas con otra cara que no fuera la del pavor. Pero ahora sabía  que sólo necesitaban ser escuchadas. Inhalé profundo y me dejé llevar por sus historias entintadas. Mis ojos ahora no veían lo que antes, aunque estaban abiertos no veían. Yo era el héroe que esperaba ese mundo que se me aparecía ahora  tan mágico, tan pacífico, tan distinto a como siempre creí sería, el mundo fantasmagórico. Arropado en un edredón de plumas, aquí parecía un manto de algodón de azúcar, la capa del héroe que necesitaban esas sombras sin armonía.

Todo está bien. Todo hasta se torna espléndido ahora en este mundo de ensueño. Excepto por una cosa: algo que he estado oyendo desde hace un rato… lo distingo…lo siento… Es el llanto de alguien que amo. Su sollozo me llega nítido, como su extraña calidez. Una sombra se desprende de las demás. ¿Mamá?

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