¿Por qué será que la mayoría de los adultos no entienden a
los adolescentes?, ¿será que se saltaron la adolescencia? o no fue tan difícil
como la mía que “suelo ahogarme en una gota de agua” –dicho por mi madre.
¿Qué haces si de pronto apareces en un lugar oscuro, sin
salida? me pregunté mientras trataba de hacer un ensayo de literatura.
De repente, me encuentro en una situación bastante
abrumadora, por un lado tengo que terminar el ensayo y por el otro mis miedos
no dejan expresarme, estaba tan concentrada en mis pensamientos que no me daba
cuenta de lo que pasaba a mi alrededor.
Sentí un dedo frío en mi espalda, no había nadie en la sala
de lectura así que giré lentamente y vi a un viejo libro con unos anteojos que
le llegaban a la punta de la nariz, con unas letras envejecidas en su carátula,
sorprendida porque nunca me imaginé que un libro tuviese vida leí en voz alta:
“en mi propio calabozo”.
–Sí, soy yo, aunque me dicen Buch, contestó el libro.
Al oír eso quedé casi muda porque aparte de tener vida
propia, el libro hablaba.
–¿Qué te sucede? ¿No habías visto a un libro hablar?,
preguntó.
Titubeando dije: –No.
–Que poca imaginación tienes, si te das cuenta todo lo que
ves, habla y tiene vida propia. ¿En serio eres una adolescente? –cuestionó.
Entonces dije con desanimo: –Eso parece.
Inmediatamente por la puerta que permanecía abierta entró
una brisa fría y en eso todos los libros comenzaron a desaparecer, asustada le
pregunté:
–¿Qué está pasando?
–Nada, respondió con seguridad.
En eso, unos pasos interrumpieron la conversación quedando
todo en silencio, ¿De dónde vino eso? –insistí.
–De afuera, vamos a ver –contestó Buch.
–No, no quiero ir, tengo miedo –repliqué.
–¿Miedo de? –indagó con picardía
–Miedo del exterior, por eso estoy aquí, este es mi refugio
–respondí.
–¿Crees que aquí estarás bien? –preguntó nuevamente Buch.
–No lo sé –contesté con inseguridad.
–Sal, la puerta siempre ha estado abierta –sugirió Buch.
–No, no puedo salir. Persistí.
Cada minuto que pasaba era un martirio para mí, las
preguntas de Buch de verdad que eran un dolor de cabeza, él no se conformaba
con mis respuestas, pensaba que había otra razón y estaba en lo cierto. Me paré
y cambié de puesto, no quería escucharlo más, pero él insistía detrás de mí,
cual niño pequeño, al alcanzarme se sentó a un lado, levantó la cabeza y
preguntó:
–¿Cuál es tu problema?
–¿Puedes callarte? necesito terminar el ensayo –expresé
molesta.
–¡Quiero ver! ¿Me dejas leer?
No le dije nada, solo le acerqué mi libreta para que leyera.
–¡Ay qué asco! ¿Este es tu ensayo? –preguntó disgustado
–Sí, ¿Por qué? ¿Algún problema?
–Bastantes, primero tienes varios problemas con los acentos
y segundo no entiendo cuál es la temática. ¿Mezclaste chicha con limonada?
–La
temática es sobre la timidez –afirmé y él me interrumpió inmediatamente:
–¡Ah! ya
comprendo, lo que quieres decir es: “La timidez en la acentuación”, hubieses
comenzado diciendo eso.
–¿No
entiendes nada verdad? –reclamé.
–Pues, si
te soy sincero soy muy culto a diferencia de ti, puedo entender hasta el
problema más grande de matemática, pero lo único que a mi cerebro se le
dificulta comprender es tu extraña actitud, así que tú me dirás.
Me dio un poco de gracia su comentario, sin embargo le
contesté diferente:
–¿Qué
quieres que te diga? ¿Que mi vida es un desastre? ¿Qué no sé cómo expresarme?
¿Qué pierdo tantas oportunidades por mis miedos y por pensar que los demás no
me aceptarán? ¿Que de verdad esto es mi propio calabozo? ¡Vamos, dime! –aseguré
aún más molesta.
–Como que
tenemos algo en común –expresó Buch
–¿Qué? –Le grité.
–El calabozo, –dijo
riéndose. –Dentro de poco tiempo pasaré al olvido, sin embargo trato de no
pensar en eso, es mejor disfrutar el momento y luego se verá. Pero ya, hablando
en serio, has pensado ¿por qué te sientes así?, o mejor ¿sabes quién eres?
–¿En serio
pasarás al olvido? ¿Tan difícil es ser un libro? –averigué preocupada.
–Más
difícil es ser una persona que no sabe lo que quiere, tranquila, todo estará bien,
pero hoy no estamos hablando de mí, sino de ti, de lo que ocurre por esa loca
cabecita –indicó Buch.
Me encanta como es Buch, a pesar de ser un poco raro es
alguien bastante motivador, es genial tener a alguien como él, ojala yo fuese
así.
–Entonces,
¿Me contarás o seguimos hablando sobre la timidez en la acentuación? –preguntó
inquieto.
–Mis amigos
son los más extrovertidos que jamás hayan existido, en cada fiesta, reunión o
conversación saben cómo desenvolverse, pero yo, soy lo opuesto a ellos, no
puedo ni siquiera decir un “hola” a alguien, sin sentir las piernas temblorosas
y una increíble sudoración, es fatal lo que me pasa, por eso prefiero
permanecer sola en lugares tranquilos y silenciosos.
–Entonces
tú eres una persona introvertida, ya entendí. Siendo sincero no tengo
experiencia en cuanto a reuniones y esas cosas, sólo presto mi servicio a
lectores como tú que quieren olvidarse del mundo por unos segundos o que desean
ser el personaje de algunas de mis historias, pero no será tan difícil vencer
ese miedo si tienes a la persona adecuada, en este caso al libro adecuado, así
que espera –comentó Buch moviéndose.
–Es decir…
¿tú me ayudarás? –pregunté
–No
exactamente, pero sí tengo la solución a todos tus problemas, ya vuelvo,
quédate aquí –ordenó y se fue Buch corriendo.
Buch había salido, mientras que yo continuaba el ensayo, en
lo que escribía pensé ¿Será que los tímidos nunca dejarán de ser tímidos? ¿Qué
tan difícil es el mundo exterior?, en eso apareció Buch con dos manzanas.
–Yo te ayudaré a vencer la timidez, así que prepárate, ¡ah,
toma!, conseguí esto para ti –me dijo
dándome la manzana y comenzando
a comerse la suya –fui a buscar un viejo libro, pero parece que quedó en el
olvido también. Bueno comencemos: tengo algunos tips que te podrán ayudar,
claro no será fácil, pero tampoco imposible, todo es poco a poco. Tienes que
tener en cuenta quién eres, tus cualidades, qué te hace ser especial, luego no
seas tan dura contigo cuando te equivoques, es de todos hacerlo, se auténtica, muestra
quién eres y de qué estas hecha, muévete, mira a la persona, acostúmbrate a
hablar en público, no pienses en la aceptación social, siempre habrá alguien
que te querrá tal como eres y lo más importante no tengas miedo, sé positiva y
hazlo –aconsejó Buch.
Estaba a punto de decir algo cuando Buch se levantó y me
invitó a que lo persiguiese, vi tonto el juego, pero luego de un rato, la sala
de lectura silenciosa se volvió un cuarto lleno de risas y juegos. Me divertí
mucho esa tarde, jugamos hasta que nos cansamos, hacía muchísimo tiempo que no
me sentía así.
Al final Buch manifestó: –Es hora de que apliques todo a tu
vida, seguro tendrás más ideas para tu ensayo así que. ¿Quieres salir?
–Claro, muchas gracias por todo. Ahora sí, quiero salir –le
aseguré
Me levanté, tomé mis
cosas, despidiéndome me acerqué a la puerta, me detuve, eché una mirada hacia
atrás, corrí, agarré a Buch y lo llevé conmigo, no quería que pasase al olvido,
lo abrí para leer sus historias al ojear su primera página comenzaba así: “¿Por
qué será que la mayoría de los adultos no entienden a los adolescentes? ¿Será que se saltaron la adolescencia?”
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