martes, 19 de noviembre de 2013

“CONTATE UN CUENTO VI” - CATEGORÍA D ADULTOS 1º PREMIO

LA BICI DE MARTÍN  
Por Viviana Martínez - Balcarce


Conocí a Martín una cálida tarde de primavera, cuando de camino a un Congreso, me desvié de la ruta buscando un lugar donde comprar una bebida refrescante. Apenas recorrí unos kilómetros por calles de tierra, encontré una hermosa plaza, con árboles altos de anchos troncos cuyas ramas caían vencidas hasta el suelo como cansadas de darle pelea al viento. No había juegos en aquel lugar, pero estaba repleto de flores y de coloridos bancos que ofrecían reposar bajo la suave brisa de enormes sauces. Dejándome tentar por ese paisaje, me senté bajo la sombra y cerré mis ojos para concentrarme en el aroma de aquel lugar. Sólo me percaté que alguien se había acercado a mí,  cuando oí una dulce voz que me saludaba. Martín se presentó ante mí con sus grandes ojos negros, una tierna sonrisa y una historia inolvidable…
   Era el menor de ocho hermanos. Sus padres trabajaban muy duro para poder darles lo que necesitaran. No tenían una vida de lujos, pero se amaban profundamente y eran muy felices. Su familia era cristiana, todos los fines de semana concurrían juntos al culto, y a Martín le encantaba la Escuelita Bíblica, porque se encontraba con sus amigos para jugar y cantar mientras aprendían la Palabra de Dios.
   A Martín otra de las cosas que más le gustaba era andar en bicicleta. Cerca de su casa, había un circuito de mountain bike en el que todas las tardes veía a los niños hacer grandes saltos entre las montañas de tierra. Entre ellos, Felipe, un compañerito de la escuela que solía burlarse de él cuando pasaba a las coleadas por su casa.
   Martín tenía una bicicleta que había heredado de sus hermanos mayores, a la que le faltaban los pedales y parte del manubrio, y gracias a ello era un experto conduciendo con una sola mano. Anhelaba poder tener una bicicleta liviana, con cambios y un manubrio completo. Sus padres conocían su deseo, pero esas bicicletas eran demasiado costosas para cualquier familia, y era un gasto que ellos no podían realizar.
   Las ganas de tener una bici nueva eran tales, que él soñaba siempre con ello. Pero una noche tuvo un sueño especial. Soñó que llegaba a la plaza del pueblo, y había un gran festejo con globos y banderines que colgaban entre las calles, música que sonaba en todos los rincones y un gran cartel que anunciaba la inauguración de un nuevo comercio. Al acercarse al tumulto de vecinos, pudo ver que se trataba de un local de ventas de bicicletas y, allí en la vidriera, estaba ella. Iluminada con luces de colores exponían una bicicleta con 27 cambios, cuadro ultraliviano, computadora, llantas súper brillantes y con los colores favoritos de Martín, verde y azul.
Entró corriendo al local buscando al vendedor para preguntar el precio, pero quedó maravillado al ver el resplandor de una hermosa bicicleta blanca. Era más blanca que la leche, que el algodón, la nube y que la ropa de la publicidad de jabón en polvo. El empleado le contó a Martín que ese era un modelo especial, y no estaba a la venta. Era un diseño hecho a pedido expreso de Dios, y que sus ángeles pasarían a recogerla en cualquier momento, sólo faltaba estampar el cuadro con la leyenda que el “señor” había solicitado.
En ese momento sonó la alarma del teléfono de la mamá y toda la familia se despertó. Era tiempo de ir a la escuela.
   Esa mañana, cuando la maestra de Práctica del Lenguaje les pidió que elaboraran un cuento, él narró su sueño; y en la hora de Plástica, separó presuroso los lápices verde y azul para dibujar su bicicleta.
   Olvidé por un momento mis horarios, mi Congreso y hasta lo sedienta que estaba. Escuchaba con atención el relato de aquel niño y me pregunté porqué razón compartía conmigo, una desconocida, sus aventuras y un sueño que había tenido una vez. Pero volví rápidamente a zambullirme en su historia cuando escuché que lo mejor estaba por venir.
   Aquel día, cuando volvió rápidamente de la escuela toda la familia lo esperaba reunida y, al entrar a su casa encontró la bici de sus sueños, la de 27 cambios con el cuadro ultraliviano verde y azul, computadora, además de un enorme moño de regalo. Sus padres y hermanos habían estado ahorrando y la habían mandado a pedir a una ciudad vecina. Martín no podía esperar y luego de abrazar a los suyos salió a toda velocidad hacia el circuito de mountain bike. Mientras sus amigos admiraban el regalo, él notó que Felipe venía a lo lejos caminando. Salió a su encuentro y su compañero le contó entre lágrimas, que haciendo unas pruebas había sufrido una caída y su bicicleta había quedado destruida, justo en ese momento en que su papá había perdido el trabajo. Martín abrazó a Felipe y lo consoló diciéndole que no se preocupara porque él le regalaba su bici. La cara de Felipe se transformó cuando vio que no se trataba de la vieja y desarmada, sino que era una “súper” bicicleta. Allí advirtió que había sido injusto al tratar tan mal a ese niño y pactaron que aunque la bicicleta sería de Felipe, la compartirían todas las tardes para saltar por el circuito.  Martín regresó caminando a su casa cuando ya estaba anocheciendo, y al momento de orar por los alimentos, contó a su familia lo ocurrido. Sus padres pidieron por la familia de Felipe.
    A la mañana siguiente, la alarma volvió a despertar a la familia. Martín abrochó apurado las tachas de su guardapolvo, tomó su mochila y emprendió su marcha hacia la escuela. Pero al salir de su casa lo sorprendió un resplandor que le resultaba familiar. Cuando se acercó a la vereda quedó maravillado al ver la bicicleta blanca.
Más blanca que la leche, el algodón, las nubes y la ropa de la publicidad de la tele. No tenía moños ni tarjeta, sólo la inscripción en el cuadro que decía “Para vos, Martín”. Nadie puso explicar nunca de dónde había salido aquella bicicleta. Todos quedaron sorprendidos. Todos menos Martín, quien de camino a la escuela, sólo repetía una y otra vez: “Gracias Señor”.
   Dios. Él   no sólo cumple nuestros sueños, sino que cumple aquellas cosas que Él soñó para nosotros, que son mucho más grandes y maravillosas de lo que pudiéramos imaginar.
   Martín compartió su historia conmigo y me devolvió la fe. Y yo quiero compartirla con vos, para que sigas soñando, pero empieces a CREER.

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