martes, 19 de noviembre de 2013

“CONTATE UN CUENTO VI” - CATEGORÍA A JÓVENES DE 12 Y 13 AÑOS - 1º PREMIO

El soldado perdido

Por María Milagros Lima - Alumna de 1º año de E.S.N1º 3 “Carmelo Sánchez”

Un soldado sajón sobreviviente de la guerra contra los normandos se encaminaba un día hacia su comarca. Tomó por olvidados senderos, se adentró en un bosque y se perdió. Pero no se dio por vencido y continuó hasta que sus piernas no dieron más.  Decidió sentarse a descansar entre unos arbustos para mantenerse a salvo de cualquier enemigo que merodeara. Rato después, unos extraños ruidos llamaron su atención y alertado se arrastró más en la espesura y aunque  no había sido herido, estaba dolorido y no pudo evitar emitir un quejido. Se arrepintió, pero ya era demasiado tarde; unos diez hombres se abrieron paso entre las plantas. Iban vestidos con una especie de túnicas rojas y en sus manos llevaban lanzas. Lo tomaron del brazo y le cubrieron la cabeza con una manta.  Después de caminar largo rato, se detuvieron y lo arrojaron  dentro de una cueva. Dos hombres se pusieron delante de la entrada cubriendo el paso.
    Los desconocidos hablaban entre ellos, pero él no lograba comprender lo que decían; era un dialecto hermético, ancestral…
    Tirado en el piso frío de piedra, tratando de recuperarse, logró ver una joven mujer de largos  cabellos que se aproximaba a uno de los que estaban tapando la abertura y les dijo algo indescifrable. Caminó hacia adentro y se acercó cautelosamente. Miró al soldado y preguntó su nombre. Sin decir palabra, regresó donde estaban los seres misteriosos y les habló algo incomprensible. Observó al muchacho, se acercó lentamente y le extendió la mano. Éste la tomó y salió de la cueva.
    -Soy Jeremy –dijo el forastero.
    El militar estaba aturdido, no comprendía por qué la desconocida había hecho eso. Ella, era distinta a los que andaban por allí. Tenía la piel más clara y sus ojos eran verdes y grandes, En cambio, los extranjeros tenían la piel oscura y los ojos muy negros, el cabello largo, enmarañado y áspero.
     La mujer se comunicó y él comprendió sus palabras.  Vivía con ellos desde que los sajones quemaron la aldea Normanda, desde  pequeña. Estas personas la cuidaron y la protegieron. Su nombre era Emily. El joven soldado la miró y  supo que no estaba equivocado, la muchacha era bella.  Al día siguiente, ella le mostró el asentamiento y sus integrantes.
    Al llegar la noche, decidió hablar con el jefe para pedirle que dejara en libertad al prisionero, sin embargo, éste se negó. No iba a correr riesgos. Tanto los sajones como los normandos torturaban a la tribu  cuando tenían la oportunidad. Por esta causa, debían vivir a escondidas como animales, en su propia tierra.
   Pronto lo matarían, se sentían en peligro con el extranjero allí. Era en vano continuar con la conversación. La decisión estaba tomada. Emily le explicó esto a su amigo y él se asustó mucho.
   Esperaron la noche siguiente, escondidos de los seres olvidados y ayudados por la oscuridad, salieron cautelosamente mientras todos dormían. Se internaron en el bosque. Ella lo conocía muy bien. Caminaron silenciosos por un sendero estrecho con mucha vegetación durante horas. Lo hacían despacio. La oscuridad era casi completa y el silencio aterrador, desgarrado sólo por los aullidos de los lobos. Cerca del amanecer, escucharon un murmullo inexplicable que provenía de atrás  de unos arbustos. El sajón y Emily observaron alarmados entre la vegetación. Hallaron un hombre herido en el suelo. El muchacho se acercó y le hizo algunas preguntas, era uno de sus compañeros de combate .Jeremy lo cargó en sus hombros y él los guió por la senda hasta el valle cercano al mar. Una vez allí, los demás soldados se aproximaron a Jeremy y asistieron al militar herido. Los sajones habían triunfado en la batalla y  debían abandonar rápidamente  ese horrible lugar.
    El  soldado buscó con la vista a la chica; sus amigos, el humo y la confusión le tapaban la visión. Eran cientos.  Subieron a las naves ancladas en la costa francesa y cruzaron veloces el Canal de la Mancha hasta Britania. Allí celebrarían la victoria; pero, los enviaron en partidas distintas.
    Emily no estaba por ninguna parte. Se había esfumado.
    Había pasado un año desde aquella matanza contra los normandos. La buscó sin éxito. Nadie sabía, nadie recordaba qué camino había tomado la mujer.
    Ahora, se encontraba caminando solo, mirando los puestos de fruta y carne seca del mercado de la plaza. En ese momento, por su distracción, chocó con alguien que cargaba una bolsa de frutas. Éstas se desparramaron por el piso. La persona se dio vuelta, antes de que Jeremy se pudiera disculpar. Era Emily…


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