El Furia Negra
Por Juan Martín Trejo - Alumno de 1º año de la
E.S. N º 3 de San Manuel
El Furia Negra era un
caballo de carreras de pura sangre. El dueño del caballo, un hombre de 59
años, se llamaba Ricardo
Bonaventura y vivía en Tandil.
Este señor de buen
status económico era dueño de cinco mil hectáreas de ganado, novecientos
caballos y el Furia Negra era uno de sus
ejemplares sobresaliente. En cualquier conversación hacia alarde de
él.
La mejor yegua del
stud, la madre de Furia Negra, tuvo al caballo pero no lo pudo disfrutar ya que
falleció en ese preciso momento.
El caballo fue uno de
los tantos en la historia que ganó cientos
de copas en los hipódromos de todo el mundo. Siempre tuvo la posibilidad
de ser vendido a los Estados Unidos con el objetivo de representar a los norteamericanos en los
hipódromos mundiales más importantes. Llevaba como apodo “El más veloz”. Pero
su dueño se negó, no lo vendió
En el último gran
premio había empezado último. Comenzó a pasar a los primeros y se colocó en
primer lugar. Coronarse campeón en cada carrera se había hecho cotidiano. El dueño se sentía feliz. Estaba haciéndose
millonario gracias al caballo, pero
después de algunos años, decidió que el tiempo de retirarlo de las carreras
había llegado. Quería soltarlo al campo y que gozara de la libertad absoluta. Y
así fue. De a poco Furia Negra se encontró mezclado con la naturaleza, crines
al viento con aire de libertad. Se hizo un caballo de paseo y desde entonces
fue inseparable con el dueño y su hija.
Abandonar los
intereses económicos en busca de valores
y afectos es la decisión más importante que podemos tomar en la vida.
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