martes, 19 de noviembre de 2013

“CONTATE UN CUENTO VI” - MENCIÓN DE HONOR CATEGORÍA A

Por siempre árboles
Por Mercedes Iribarren - Alumna de 1º año de E.S. Nº 3 “Carmelo Sánchez”

Año 2060. Tenía 70 años y nunca había pensado ver que los árboles ya no existían. El aire se tenía que comprar. Cada vez, había menos fauna en la ciudad, y todo lo que la gente usaba era artificial, nada era natural. Mientras pensaba escuchó que su nieto le hablaba.
- Abuela... ¿Te acordás que me dijiste que me ibas a contar una historia?
-Sí sí, ¿querés que te la cuente?
-Sí sí, ¡por favor!
- Era el año 2013.Estaba en mi habitación, mi mamá estaba en el comedor mirando TV, eran las 3 de la tarde y mi amiga Cata me invitó a la plaza, bajé al comedor y le avisé a mi mamá…”Mama, voy a la plaza con Cata, cualquier cosa te llamo, si no llámame”, le dije. Y ahí salí caminando hacia la plaza, pasé a buscar a Cata por su casa, y al llegar nos sorprendimos,   había sacado los árboles.
-¿Árboles? ¿Qué es eso? - preguntó alteradísima mi nieto.
- Árbol, bueno, es una planta, de tallo leñoso, que se ramifica a cierta altura del suelo. Ellos mediante la
fotosíntesis, nos daban aire.
-¿Cómo que nos daban aire? Si eso se compra.
-Antes, lo que ahora hay que pagar era gratis.
-Pero si el dueño de la fábrica de aire nos contó como lo obtienen y todo.
-Antes se obtenía de diferente manera.
-Aah, ¡quiero saber! Seguí contando la historia.
- Con Cata fuimos alteradísimas a preguntar, porqué sacaban todos los árboles, y más preocupada estaba mi amiga, ya que ella estaba en contra de todo lo que tuviera que ver con hacerle daño a la naturaleza. Les gritábamos a los albañiles, y ellos seguían en su trabajo y no nos contestaban. Nos dirigimos a mi casa corriendo llegamos agotadas, ya que estábamos enojadas, exaltadas por lo sucedido. Le contamos a mi madre, quien propuso que le enviemos una carta  al intendente. En pocos minutos la carta, ya estaba guardada en el sobre, preparada para enviarla. Mi amiga se quedó a dormir en casa, luego de contarle todo lo sucedido a su madre le preguntó si podía quedarse. El lunes por la mañana, nos levantamos, desayunamos, y fuimos directo al correo a enviarla   Pasaron 2 semanas y no recibimos respuestas  ni del intendente, ni de ningún funcionario de la municipalidad. Para ese día, ya habían hecho muros alrededor de la ciudad, para que nadie saliera, porque según las autoridades adentro de la ciudad estaba todo lo que necesitábamos. Dos meses después, todavía sin respuesta de la carta, se inauguró la fábrica de aire. Todos se preguntaron “¿Una fábrica de aire?”, pero, ¿por qué no hay árboles?, empezaron a vender el aire. Algunos se negaron, otros aceptaron. Al final, todos tuvieron que aceptarlo, si no, nos metían a la cárcel y no podíamos ir a ningún lado. Ni una semilla de ningún tipo había quedado. Solo había edificios, casas, negocios, mercados, museos, todo menos árboles. Todas las hojas de los árboles y su tronco los usaron para hacer un material “multiuso” , que para el intendente se usaba para todas las cosas que te imagines. Cata quería hacer una manifestación, pero sabía que la iban a meter a la cárcel, y nadie quería eso para ella.
-Abue, ¿hay alguna manera de plantar algún árbol?
-Sí. Afuera de la ciudad, vive un hombre, que era el que cultivaba los árboles y se encargaba de cuidarlos en la plaza, puedes pedirle a él, cuenta la leyenda que él se quedó con la última semilla.
-¿Cómo salgo de la ciudad?
-Hay un muro que tiene un botón rojo, a dos metros de altura del piso, aprietas ese botón y sale una escalera, subes esa escalera y te chocas con una puerta. Entras y  hallaras un camino que conduce a la salida. Ten cuidado, la caída es fea, y hay muchas cámaras. Se sigiloso. …

El nieto, partió a buscar el gran tesoro de la humanidad, la última semilla que quedaba de un árbol. Encontró los lugares que le dijo su abuela. Él fue vestido de negro. Buscó el botón rojo. El lugar era horrible, había muchísimas telarañas, hormigas, insectos, parecía una película de terror. Chocó contra una gran puerta. Leyó que decía “No se aceptan visitas, no te dejaré entrar, así que no golpees la puerta ni toques el timbre” A él, no le importó lo que decía el cartel y tocó igual el timbre. Sonó un fuerte sonido proveniente de allí, que casi aturdió los odios del joven De repente se escuchó una voz gruesa, y fea que decía:
- ¡¡¿¿QUIÉN ES??!! ¡¡¿¿QUÉ QUIERES??!!
-Quiero saber si me puedes dar la semilla- dijo el joven
-¿La semilla? ¡Qué raro! Nadie antes se interesó por eso, ni pensé que alguien lo iba a hacer. Si quieres te la puedo dar mañana, porque ya es tarde y tengo que dormir. Ven mañana que te la entregaré
-Muchas gracias. Mañana vendré.
   Y el niño volvió rumbo a la ciudad, entró exactamente por donde salió. Pero en el muro donde estaba el botón con el que podía entrar había 2 hombres altos De entre las piernas, salió un hombre pequeño, pero pequeño de altura, era el intendente de la ciudad.
-¿En qué andas, nene? - dijo con un tono serio.
-¿Y...yo? En nada, ¿por qué pregunta, señor? – respondió tartamudeando, ya que tenía miedo de los “matones” que estaban con el intendente
-Ten cuidado, sabemos muy bien que saliste de la ciudad, … ¿para qué querés salir? En la ciudad esta todo. Acordate que hay cámaras en TODAS partes –dijo remarcando todas las palabras.
   El niño se fue pensando en lo que le dijo el intendente Llegó a su casa y allí estaba su abuela esperándolo:
- Tienes que volver mañana, pero ten  más cuidado, porque si se enteraba tu madre, se enojará, y ¡mucho!
   Al otro día, se levantó muy emocionado, ya que era el día en que le daría la semilla. Se vistió y le dijo a su madre, que iría a comprar unas cosas para su abuela. Ella le creyó y él salio rápido para allí.
   Al llegar al muro, se encontró con una sorpresa, no muy agradable, el muro y el botón estaban sellados. Pensó, pensó, pensó y pensó, hasta que vio el edificio de enfrente, que podía subir y saltar el muro. Lo saltó y pasó al otro lado. Corrió lo más rápido que pudo, hasta llegar a la casa del hombre. Él lo esperaba con la semilla, porque sabía que iría. Se la dio y el niño volvió a la ciudad.
   Al saltar y estar en la calle de allí, escuchó un auto que lo perseguía, se dio vuelta y era el intendente con sus dos hombres. Aceleró la velocidad y llegó a su casa. Entró rápidamente y subió a su habitación, a ellos los había perdido de vista, así que ahorró tiempo. Pudo enterrar la semilla, y cuando estaba apunto de regarla, se escuchó sonar el timbre. Su madre salió a abrir y charló con los hombres y el intendente.
-¿Podríamos subir a ver la habitación de su hijo? – preguntó el intendente.
-Si, claro. - contestó la madre muy asustada
   El niño escuchó eso y corrió a su habitación, el intendente llegó al mismo tiempo que él. Pero ¡la semilla no estaba! El chico miró por la ventana y vio a su abuela en su moto con la semilla, quería ir al centro de la ciudad así todos veían el árbol. Llegó, estacionó y subió a la estatua del alcalde, que era un punto alto del centro, desde allí podrían ver todo y gritó:
-Niños y niñas, hombres y mujeres, abuelos y abuelas, ¿alguien de ustedes recuerda los árboles?
    Se escucharon algunos murmullos, pero de entre toda la población se escucharon algunos “¡YO!”
-¿Recuerdan la fotosíntesis? ¿O la sombra que ellos nos daban? Yo si la recuerdo y me gustaba, me encantaba. Pero yo digo ¿Por qué pagar algo que los árboles nos dan gratis?
-Porque los árboles tiran sus hojas en el piso, son feos y a nadie le gustan - dijo el alcalde, enojadísimo por lo sucedido.
-¡¡NO SON FEOS, SON HERMOSOS, A MI SI ME GUSTAN, CUANDO ERA JOVEN TUVE UNO, PERO DESAPARECIERON TODOS!! - dijo la dueña de la tienda de mascotas.
   Y en ese momento, empezaron a aplaudir a la valiente abuela  y  a su nieto. Y abuchearon al alcalde y lo echaron de la ciudad.
-Pero chicos, acuérdense que los árboles son esenciales en la vida, son seres vivos, sienten como nosotros, déjenlos vivir.
-SIIIIII - dijo toda la población junta.
   Desde ese día, la ciudad “SinArboleda” se comenzó a llamar “PorSiempreArboles”. El alcalde fue a prisión por pagar cosas que eran gratis, y  todos son felices respirando el aire puro que poco a poco fue brindando cada árbol que iban recuperando

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