Dos años de amor, un día
de error y cuatro días de arrepentimiento
- ¡No quiero morir! – decía mientras su
lágrimas surcaban su cara y yo en frente suyo, trataba de revertir esta difícil
situación Todo el personal aguantaba el
llanto, y ahora que miro a mí alrededor pienso en lo poco profesionales que
fuimos, nos habíamos encariñado con un paciente ¿Qué pasó? , me preguntaba,
¿cómo había llegado a esto?
Cierto domingo a la tarde, había recibió una
mala noticia. Una chica, “los ojos que siempre lo miraron con dulzura” como él
le decía en su anécdota, le comunicaron el final del amor. La joven pareja
tenían dos años ya juntos, siempre se habían tenido un gran amor mutuo, pero todo cambia… ¿o no? Resulta que esta
chica encontró a otro tipo que, por casualidad, tenía una mejor situación
económica que él, y el dinero terminó matando el amor. Muchos dicen que las
heridas que deja el amor, como a toda herida, hay que limpiarlas con alcohol
cuanto antes, pero el remedio fue peor que la enfermedad. Una simple borrachera
no hubiese sido un gran escándalo, pero en su estado el alcohol le trajo malas
decisiones a la cabeza, y lo que empezó con unas copas de vino terminó con un
largo trago de herbicida industrial con los que el chico acostumbraba a
trabajar.
El lavado de estómago lo hicimos ese mismo día, al parecer entre media hora y
cuarenta minutos después de haber sido ingerido el herbicida. Nos tomó una
hora concluir con el lavado gástrico, y
una vez hecho, el paciente entro en la zona de terapia intensiva hasta ver como
avanzaba el estado de su cuerpo. Se le administró lo necesario para estabilizar
su tambaleante salud. Al cabo de un periodo de ocho horas despertó.
Como es normal el personal hizo las
preguntas de rutinas para generar un ambiente en el que el paciente se sintiera
cómodo, pudimos saber su historia, no es que estos casos sean inusuales, no se
confundan ya que lamentablemente esto pasa muy seguido, pero fue un relato que
se supo en todo el hospital en un instante, al parecer la gente disfrutaba con
las trágicas historias de desamor. En fin, el chico se llamaba Lucas, la chica…
nunca supimos, siempre ponía una cara de perdido cuando se le preguntaba por
ella así que simplemente dejamos de hacerlo. Su historia no es mucho más larga
de lo ya comentado; un amor de dos años, una pelea de un día, una borrachera de
una hora y un error de quince minutos, el resto de su historia quedaría en
nuestras manos.
Ya en la tarde del lunes se veía su
disgusto por estar en el hospital, su salud se estabilizó y fue trasladado a
una habitación común, tercer piso, cuarto 243, habitación compartida. Mientras
yo leía su historial médico un enfermero le anunciaba los cuidados que se le
harían y que él mismo debía hacerse, cosas como solo ingerir comida del
hospital, no comer sólidos, no levantarse de la cama, anunciar inmediatamente a
un enfermero si llegaba a notar una irregularidad, entre otras cosas. A pesar
de estar estabilizado, su situación era de cuidado, el lavado gástrico se hizo
en un momento en el cual el herbicida ya había causado una debilidad muscular
intensa y había llegado a perjudicar su estómago e hígado, temíamos por futuros
fallos hepáticos y todavía quedaba analizar si el efecto tóxico había llegado a
otros órganos; pero no se podían dar conclusiones antes de saber hasta qué
punto el herbicida había afectado al cuerpo.
Se mandó a realizar con urgencia un nuevo
análisis de orina, del cual tendríamos el resultado el día martes, por lo que
tuvimos tiempo de conocer mejor a Lucas tanto yo por ser su doctor asignado,
como los enfermeros que estaban a cargo de atenderlo en el tercer piso.
- ¿A qué te dedicas? – dije en una de mis recorridas.
- ¿A qué te dedicas? – dije en una de mis recorridas.
- Si me
hablas de lo que hago para vivir, entonces te diría que trabajo para un
contratista rural, pero no creo que esa sea mi dedicación.
- ¿Y cuál
es entonces?
Lucas
suspiro profundamente y empezó a recitar:
“Del árbol nace la rama,
De la tierra nace la flor.
¿Sabe usted hermano
De dónde nace el amor?
El amor nace con una sonrisa,
Crece con una ilusión,
Se marchita con un beso
Y se muere con una traición.”
- Un poeta. Es raro en estos días.
- Si, sobre todo porque es raro un
amor verdadero, ya no hay damas que esperen de un enamorado las locuras más
grandes y los versos más románticos. Ya no hay una noche tranquila para
contemplar la luna y las estrellas. Los poetas murieron
- No todos, vos seguís acá.
- Cuando un poeta pierde a “los
ojos que lo miran con dulzura”, su musa muere, al igual que su pluma. Además,
puedo parecer tonto, pero no lo soy. Tomé un herbicida, de esta no puedo salir
bien parado.
- Eso todavía no lo sabemos. Lo
último que se pierde es la esperanza
No dijo nada. Se dio media vuelta y se puso a dormir. Ese día se pasó
volando, llegó el martes, y con él las
malas noticias. El análisis de orina era bastante claro, todo indicaba
insuficiencia renal aguda.
A pesar de los números el paciente se sentía bien, podía caminar sin
fatigarse.
- ¡Che! En una de esas puede ser
que no todos los poetas mueran. Me siento mucho mejor – nos decía
- No camines.
- ¿Pero por qué? Ya me siento
mucho mejor ¿En cuántos días puedo volver a casa?
- Vos te quedas acá. Las cosas no
van bien. Acuéstate, por favor.
- ¿Qué no van bien? ¡Mírame! Ya
estoy mejor, ya camino, ya no me siento cansado ¿Qué puede “no ir bien”?
- Los análisis muestran fallas
renales. Si las cosas avanzan como lo pensamos tendrás que volver a la zona de
cuidados intensivos.
- ¡Si seguro! ¡Yo estoy mejor! No
digas estupideces… voy a tomar aire.
Salió de la habitación con paso
apurado, no sabía en qué situación se encontraba. En cuanto atravesó la puerta se escuchó un golpe. Era una
caída. Salí rápido y vi a Lucas en el suelo. Había sangre, que brotaba de su
nariz y de su boca.
- ¡Enfermeras! ¡Vengan rápido!
Lo que más me deprimió en ese
momento fue su cara de desilusión, acostado en una camilla, conectado a un
respirador, no había palabras para describir la imagen que quedó en mi cabeza,
lo demacrado que se veía Lucas. Otro día que pasó rápido, ya era miércoles, y
seguían las piedras en el camino. Ahora fallaban los pulmones, si es que a eso se le podía llamar pulmones, las
tomografías no mostraban resultados prometedores, ese órgano ahora era
básicamente una coladera.
Créanme que no hay mayor sentimiento de impotencia que el de querer
ayudar a alguien, buscar salvarle la vida, y no poder hacer nada. Tratamos de
encontrar soluciones, pero a cada idea de posible solución había impedimentos.
Había vuelto la fatiga muscular al cuerpo de Lucas y contando la falla renal,
la falla hepática, el daño en el estómago y la condición de sus pulmones,
llegamos a la conclusión de que no podíamos hacer nada. El moría poco a poco, de la manera más dolorosa.
Sabía lo que pasaba, leía nuestros pensamientos mientras actuábamos como
si no pasara nada, simulando otro día normal de rutina. Y es que… ¿Cómo
anunciarle a alguien su muerte? Nadie nos enseña eso, siempre son situaciones
difíciles de vivir. Al final de la jornada decidimos decirle la obvia noticia
por mucho que nos costó. Solo lloró hasta dormirse, en ese llanto sin consuelo.
Y hoy… hoy es jueves, su familia vino a verlo, sabiendo ya las malas
noticias, y acá nos encontramos en el punto de partida de esta historia.
-
¡No quiero morir!
Apenas podía hablar, pero el decidía hacerlo.
- Tengo miedo, miedo de morir…
aunque antes de hacer la estupidez por la que estoy acá me sentía muerto. Pero
morir… ¡Morir no lo soluciona! hubiese sido mejor vivir hasta sentirme vivo,
que muerto en vida darme fin. Soy un estúpido.Hizo una pausa, le costaba
respirar, solo se escuchaba la ahogada
respiración, solo eso. Miró a su madre mientras lloraba.
- ¿Me van a olvidar con el tiempo?
¿Me van a recordar por mis buenos momentos? Por favor no dejes que mi presente
y mi pasado se apaguen solo porque me quité el futuro.
A pesar de estar llorando se lo veía calmado, de pronto me miró a mí.
- Tenía razón doctor, lo último
que se pierde es la esperanza… porque ella se va conmigo.
Como si supiera que ésta era la
última imagen que iban a tener de él, miró a su familia y les dedicó una
sonrisa, y estando su último recuerdo hecho, cerró los ojos. Se fue, se fue arrepentido
de sus actos, se fue rodeado de sus seres queridos, se fue con lágrimas en sus
mejillas y una sonrisa en el rostro.
Hoy murió un poeta.
Alumno de 6º año de Colegio Santa
Rosa de Lima
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