miércoles, 28 de agosto de 2013

"Contate un cuento V" - MENCIÓN DE HONOR CATEGORÍA C - Emiliano Manuel

Dos años de amor, un día de error y cuatro días de arrepentimiento

-  ¡No quiero morir! – decía mientras su lágrimas surcaban su cara y yo en frente suyo, trataba de revertir esta difícil situación  Todo el personal aguantaba el llanto, y ahora que miro a mí alrededor pienso en lo poco profesionales que fuimos, nos habíamos encariñado   con  un paciente ¿Qué pasó? , me preguntaba, ¿cómo había llegado a esto?
 Cierto domingo a la tarde, había recibió una mala noticia. Una chica, “los ojos que siempre lo miraron con dulzura” como él le decía en su anécdota, le comunicaron el final del amor. La joven pareja tenían dos años ya juntos, siempre se habían tenido  un gran amor mutuo, pero todo cambia… ¿o no? Resulta que esta chica encontró a otro tipo que, por casualidad, tenía una mejor situación económica que él, y el dinero terminó matando el amor. Muchos dicen que las heridas que deja el amor, como a toda herida, hay que limpiarlas con alcohol cuanto antes, pero el remedio fue peor que la enfermedad. Una simple borrachera no hubiese sido un gran escándalo, pero en su estado el alcohol le trajo malas decisiones a la cabeza, y lo que empezó con unas copas de vino terminó con un largo trago de herbicida industrial con los que el chico acostumbraba a trabajar.
   El lavado de estómago lo hicimos  ese mismo día, al parecer entre media hora y cuarenta minutos después de haber sido ingerido el herbicida. Nos tomó una hora  concluir con el lavado gástrico, y una vez hecho, el paciente entro en la zona de terapia intensiva hasta ver como avanzaba el estado de su cuerpo. Se le administró lo necesario para estabilizar su tambaleante salud. Al cabo de un periodo de ocho horas  despertó.
    Como es normal el personal hizo las preguntas de rutinas para generar un ambiente en el que el paciente se sintiera cómodo, pudimos saber su historia, no es que estos casos sean inusuales, no se confundan ya que lamentablemente esto pasa muy seguido, pero fue un relato que se supo en todo el hospital en un instante, al parecer la gente disfrutaba con las trágicas historias de desamor. En fin, el chico se llamaba Lucas, la chica… nunca supimos, siempre ponía una cara de perdido cuando se le preguntaba por ella así que simplemente dejamos de hacerlo. Su historia no es mucho más larga de lo ya comentado; un amor de dos años, una pelea de un día, una borrachera de una hora y un error de quince minutos, el resto de su historia quedaría en nuestras manos.
   Ya en la tarde del lunes se veía su disgusto por estar en el hospital, su salud se estabilizó y fue trasladado a una habitación común, tercer piso, cuarto 243, habitación compartida. Mientras yo leía su historial médico un enfermero le anunciaba los cuidados que se le harían y que él mismo debía hacerse, cosas como solo ingerir comida del hospital, no comer sólidos, no levantarse de la cama, anunciar inmediatamente a un enfermero si llegaba a notar una irregularidad, entre otras cosas. A pesar de estar estabilizado, su situación era de cuidado, el lavado gástrico se hizo en un momento en el cual el herbicida ya había causado una debilidad muscular intensa y había llegado a perjudicar su estómago e hígado, temíamos por futuros fallos hepáticos y todavía quedaba analizar si el efecto tóxico había llegado a otros órganos; pero no se podían dar conclusiones antes de saber hasta qué punto el herbicida había afectado al cuerpo.
   Se mandó a realizar con urgencia un nuevo análisis de orina, del cual tendríamos el resultado el día martes, por lo que tuvimos tiempo de conocer mejor a Lucas tanto yo por ser su doctor asignado, como los enfermeros que estaban a cargo de atenderlo en el tercer piso.
- ¿A qué te dedicas? – dije en una de mis recorridas.
- Si me hablas de lo que hago para vivir, entonces te diría que trabajo para un contratista rural, pero no creo que esa sea mi dedicación.
- ¿Y cuál es entonces?
Lucas suspiro profundamente y empezó a recitar:
“Del árbol nace la rama,
De la tierra nace la flor.
¿Sabe usted hermano
De dónde nace el amor?
El amor nace con una sonrisa,
Crece con una ilusión,
Se marchita con un beso
Y se muere con una traición.”
- Un poeta. Es raro en estos días.
- Si, sobre todo porque es raro un amor verdadero, ya no hay damas que esperen de un enamorado las locuras más grandes y los versos más románticos. Ya no hay una noche tranquila para contemplar la luna y las estrellas. Los poetas murieron
- No todos, vos seguís acá.
- Cuando un poeta pierde a “los ojos que lo miran con dulzura”, su musa muere, al igual que su pluma. Además, puedo parecer tonto, pero no lo soy. Tomé un herbicida, de esta no puedo salir bien parado.
- Eso todavía no lo sabemos. Lo último que se pierde es la esperanza
   No dijo nada. Se dio media vuelta y se puso a dormir. Ese día se pasó volando, llegó el martes, y con él  las malas noticias. El análisis de orina era bastante claro, todo indicaba insuficiencia renal aguda.
   A pesar de los números el paciente se sentía bien, podía caminar sin fatigarse.
- ¡Che! En una de esas puede ser que no todos los poetas mueran. Me siento mucho mejor – nos decía
- No camines.
- ¿Pero por qué? Ya me siento mucho mejor ¿En cuántos días puedo volver a casa?
- Vos te quedas acá. Las cosas no van bien. Acuéstate, por favor.
- ¿Qué no van bien? ¡Mírame! Ya estoy mejor, ya camino, ya no me siento cansado ¿Qué puede “no ir bien”?
- Los análisis muestran fallas renales. Si las cosas avanzan como lo pensamos tendrás que volver a la zona de cuidados intensivos.
- ¡Si seguro! ¡Yo estoy mejor! No digas estupideces… voy a tomar aire.
Salió de la habitación con paso apurado, no sabía en qué situación se encontraba. En cuanto atravesó  la puerta se escuchó un golpe. Era una caída. Salí rápido y vi a Lucas en el suelo. Había sangre, que brotaba de su nariz y de su boca.
- ¡Enfermeras! ¡Vengan rápido!
Lo que más me deprimió en ese momento fue su cara de desilusión, acostado en una camilla, conectado a un respirador, no había palabras para describir la imagen que quedó en mi cabeza, lo demacrado que se veía Lucas. Otro día que pasó rápido, ya era miércoles, y seguían las piedras en el camino. Ahora fallaban  los pulmones, si es que a eso se le podía llamar pulmones, las tomografías no mostraban resultados prometedores, ese órgano ahora era básicamente una coladera.
   Créanme que no hay mayor sentimiento de impotencia que el de querer ayudar a alguien, buscar salvarle la vida, y no poder hacer nada. Tratamos de encontrar soluciones, pero a cada idea de posible solución había impedimentos. Había vuelto la fatiga muscular al cuerpo de Lucas y contando la falla renal, la falla hepática, el daño en el estómago y la condición de sus pulmones, llegamos a la conclusión de que no podíamos hacer nada. El moría  poco a poco, de la manera más dolorosa.
   Sabía lo que pasaba, leía nuestros pensamientos mientras actuábamos como si no pasara nada, simulando otro día normal de rutina. Y es que… ¿Cómo anunciarle a alguien su muerte? Nadie nos enseña eso, siempre son situaciones difíciles de vivir. Al final de la jornada decidimos decirle la obvia noticia por mucho que nos costó. Solo lloró hasta dormirse, en ese llanto sin consuelo.
   Y hoy… hoy es jueves, su familia vino a verlo, sabiendo ya las malas noticias, y acá nos encontramos en el punto de partida de esta historia.
-  ¡No quiero morir!
   Apenas podía hablar, pero el decidía hacerlo.
- Tengo miedo, miedo de morir… aunque antes de hacer la estupidez por la que estoy acá me sentía muerto. Pero morir… ¡Morir no lo soluciona! hubiese sido mejor vivir hasta sentirme vivo, que muerto en vida darme fin. Soy un estúpido.Hizo una pausa, le costaba respirar, solo se escuchaba  la ahogada respiración, solo eso. Miró a su madre mientras lloraba.
- ¿Me van a olvidar con el tiempo? ¿Me van a recordar por mis buenos momentos? Por favor no dejes que mi presente y mi pasado se apaguen solo porque me quité el futuro.
  A pesar de estar llorando se lo veía calmado, de pronto  me miró a mí.
- Tenía razón doctor, lo último que se pierde es la esperanza… porque ella se va conmigo.
Como si supiera que ésta era la última imagen que iban a tener de él, miró a su familia y les dedicó una sonrisa, y estando su último recuerdo hecho, cerró los ojos. Se fue, se fue arrepentido de sus actos, se fue rodeado de sus seres queridos, se fue con lágrimas en sus mejillas y una sonrisa en el rostro.
Hoy murió un poeta.

Alumno de 6º año de Colegio Santa Rosa de Lima 

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