No tan Santo
Por Ana
Clara de los Ángeles Romero
Los ángeles guardianes existían solamente para proteger
a humanos, eso dispone la ley divina. Pero no siempre esa ley fue cumplida con
obediencia, ese fue el caso del ángel de Diana.
Diana había nacido
un 24 de diciembre de 1987, dentro de una familia tipo y vivía en un campo
alejado de la gran urbe. En la noche de
su nacimiento, como a cada niño que llegaba al mundo, se le otorgó un ángel
guardián, uno, que sería su acompañante por el resto de su vida. Diana fue
bendecida con Gilae, uno de los ángeles guardianes más honrados del cielo.
Al crecer, Diana
comenzó a distanciarse y alejarse de sus padres, casi nunca hablaba con ellos
y sus problemas los guardaba en su silencio, aunque, varias veces, su madre la
había escuchado hablar sola en su habitación, como si ella estuviera hablando
con alguien más que su conciencia. Gilae , su ángel guardián, la admiraba, la
seguía, la adoraba hasta que, inevitablemente, comenzó a amarla en silencio
Los años pasaron
como un rayo. Diana dejó de ser una niña y se transformó en una bella
jovencita, a pesar de ello seguía siendo muy solitaria.
Era los quince de
Diana y se iba a celebrar una gran fiesta acompañada del festejo navideño. Toda
su familia había realizado una gran decoración con exquisita comida y una gran
cantidad de invitados, entre ellos, Gilae...Estaba radiante y hermosa..
Para Diana, el
día de su cumpleaños era especial como los anteriores que había tenido, ya que,
asistiría un joven del cual ella estaba enamorada en secreto, desde pequeña. El
nombre del muchacho era Andrés, tenía
17 años. Diana lo había conocido en un festival de campo que se había
realizado. Pero nunca se hubiese imaginado lo que iba a pasar aquel 24 de
diciembre, cuando Andrés y Diana se escabulleron de la fiesta aprovechando la
oscuridad de la noche y el bullicio de la gente, se fueron a escondidas hacia
el patio trasero de la casa y sin darse cuenta la pareja se tomó de las manos .
Diana se encontró a punto de besar a
escondidas a aquel joven que amaba, sonriéndole, con sus ojos brillosos, ansiosa y feliz después de una larga espera.
Ambos se habían percatado de no ser vistos por nadie más, pero Gilae se
encontraba enfrente de ellos, miraba al joven con sus ojos pequeños y de color
rojo odio, apretaba sus puños con fuerza, mientras veía su peor pesadilla
frente a su nariz. Lo peor era que los jóvenes no notaban la presencia de
Gilae, y eso, el ángel lo repudiaba, ya que esperaba que Diana se detuviera y
empujara a aquel muchacho, pero era solo una fantasía de su mente. Al instante,
Diana, sonrojada, se alejó del joven para recibir a otros invitados y detrás,
un poco más alejado, retornó caminando el
muchacho. Al llegar a la galería se desprendió un candelabro que colgaba del techo de la sala y cayó sobre el
joven, quien falleció inmediatamente. Nadie se dio cuenta que había sido brutalmente asesinado.
Diana y los
demás invitados corrieron para socorrerlo pero era demasiado tarde, Gilae se
había salido con la suya. Mientras todos lloraban él reía malévolamente detrás
de Diana. Ella sintió un profundo escalofrío que le recorrió todo el cuerpo.
Habían pasado
varios años, Diana rondaba la madurez y había dejado el campo para ir a la universidad,
en donde, conoció a Alejandro, un compañero de su misma clase, guapo y muy
distinguido, sobresalía entre los demás
jóvenes. Tenía carisma y era inteligente.
Diana se quedó asombrada la primera vez que lo vio y terminó
enamorándose de él a primera vista y este de ella. Pero Gilae lo sabía todo y,
aunque la edad no la acompañaba, Diana seguía hablando consigo misma en voz
alta de lo que había pasado entre ella y Alejandro, de lo emocionada que estaba
y que no esperaba a volver a verlo de nuevo. Gilae escuchó toda la declaración
de la joven mujer y su dolorosa maldición volvió a caer sobre él.
Era una cita
programada para un sábado a la noche, Diana se preparaba en su habitación,
mientras que, Alejandro viajaba con su motocicleta hacia la casa de la mujer,
pero, cuando estaba a punto de llegar, una sombra misteriosa se cruzó en su
camino arrojándolo hacia otra ruta donde un camión lo atropelló hasta la
muerte. Diana se enteró de la noticia horas después.
Diana no podía
tener citas con ningún hombre, ya que terminaba hospitalizado, no podía besar a
nadie, ni enamorarse de ningún hombre, porque, terminaba muerto. Con el paso de
los años, Gilae se había hecho mucho más agresivo con Diana, convirtiéndola en
su propia posesión sin su consentimiento, haciéndole sufrir, alejándola y
marginándola de todo aquel que se le acercara.
Diana con
treinta y tantos años se había hundido
en una profunda depresión. Vivía encerrada en su casa, sin salir para evitar
hacer más daño, teniéndose miedo a sí misma y a su supuesta mala suerte
provocada por aquel ángel maldito. Incluso, llegaron a nombrarla ´´el cuervo``
ya que cada persona que se le acercaba terminaba medio muerto o muerto
definitivamente.
Un día, su vida se
alegró por un momento, cuando vio a un perro callejero acostado fuera de su
vivienda, Diana sintió la necesidad de resguardarlo en su casa y tener, por lo
menos, a una mascota que le hiciera
compañía en su soledad eterna. Cuando Gilae comenzó a observar que el perro
recibía la misma atención que cada hombre que había asesinado, incluso, mucho
más porque este era acariciado, alimentado, mimado y cuidado con ternura por su
humana. En Gilae no tardó en despertarse su fuego interno. El pequeño can una
mañana amaneció con una enfermedad terminal
que lo terminó de matar a las pocas semanas de haber vivido con aquella
mujer. Diana vio morir al perro en sus brazos, luego lo enterró, atrás, en su
patio.
La joven caminó por su casa
con la mirada perdida, cansada de esa maldición, se miró en su espejo y pudo
ver a Gilae detrás de ella, con las manos apoyadas sobre sus débiles hombros
sonriéndole malévolamente con sus ojos totalmente clavados en sus pupilas
queriendo tragársela para poder conservarla para siempre, Diana se alejó y
rompió el espejo, tomó uno de los vidrios rotos, miró a la nada diciéndole a
aquel espectro "Nunca seré tuya" y se clavó el trozo de espejo en su pecho.
Diana cayó muerta en el suelo del pasillo, Gilae la observó sorprendido de su
acto suicida, se inclinó para ver sus ojos sin brillo enfocados en la nada,
hasta que, sintió a alguien más en la habitación, se reincorporó y miró. La
misma Diana se encontraba detrás de él mirándolo seriamente, Gilae la creyó un
alma en pena, pero ella negó esa afirmación alegando que se había convertido en
un nuevo ángel guardián, tal como una parte de la maldición dictaba, es decir,
si Gilae, de alguna forma, provocaba la muerte de su humano, este se
convertiría en un nuevo ángel, pero uno malvado maldecido de la misma forma que
aquel. Gilae, no deseaba que su amada protegiera a otro hombre, se enamorara y
causara más de estos ángeles malditos, pero ya era tarde, el tiempo se había
acabado y Diana había desaparecido del pasillo volando, para recibir a su nuevo
huésped.
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