domingo, 20 de enero de 2019

“Contate un Cuento XI” - Mención de Honor categoría B: “Disparo a la conciencia” Por Giovana Varales, alumna de 4 año deL Instituto Bg. Martin Rodríguez de Tandil


Desde hace ocho años soy madre soltera, me ganaba la vida de una manera la cual ustedes sabrán si juzgar o no. Todas las noches iba a trabajar, dejaba a mi hijo con Jessi, una amiga que tengo desde que tengo memoria, para asegurarme de que nada le pase.  Junto a un amigo que conocí hace no más de tres años recorríamos las calles en su automóvil en busca de pequeños cuerpos de alma inocente que caminaran por la calle sin compañía y lleven consigo objetos de gran valor que con el pasar del tiempo se transformarían  en comida y ropa para mi hijo. No hacíamos ningún tipo de daño, sólo le quitábamos a los que más tenían para los que  lo carecen y quizás así pudiesen  valorar lo que tenían.
   Pero mi vida cambió por completo aquella noche en el barrio de Liniers, donde me crié. Cuando estaba por irme a trabajar un delincuente de aproximadamente cuarenta años, con la ropa rota, la cara destruida y el autoestima baja, me apuntó con un arma pidiéndome que le diera todo lo que tenía, de lo contrario dispararía.  Accedí y le di todo lo que había robado la noche anterior, tres celulares y cuatrocientos pesos que le había arrebatado a un grupo de chicos que se encontraban jugando a la pelota.
No tenía miedo ni tampoco estaba enojada, entendía a ese sujeto más que a nadie, me lo imaginaba con hijos y sin acceso a ningún trabajo digno, como yo.  Al poco tiempo llegó la policía y comenzó el tiroteo; una bala por acá, otra por allá hicieron que comience a tener miedo, sabía que ese día alguno de los que estaba allí no iba a contar el cuento. Y así fue como aquella bala del policía impactó en el pecho del delincuente dejándolo, a los pocos minutos, sin vida.
Desde ese día la conciencia me venció y ya no volví a robar nunca más, no quería dejar a mi hijo sin madre, huérfano, como seguro lo estaban los hijos de aquel hombre.  Ahora me gano la vida de manera justa, sirviéndoles a los comensales del restaurante al que alguna vez fui a comer con el dinero de un chico que transitaba solo en la calle. 

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