Real ilusión
Pilar Orsati, alumna de la E.E.S.N° 3 “Carmelo
Sánchez”
Un sonido molesto la
despertó bruscamente. Durante unos segundos, permaneció en ese limbo confuso
entre los sueños y el mundo real, en el que no entendía qué era esa melodía
repetitiva e incómoda ni de dónde provenía. Hasta que logró extender su brazo
hacia la mesa de luz y apagar el despertador. La realidad le cayó como un balde
de agua fría. Eran las ocho y media de la mañana, y como todos los lunes,
comenzaba una nueva semana.
Se levantó de la cama
y fue directo al baño. Se lavó los dientes y la cara, pero no fue hasta que se
colocó la crema antiarrugas que miró su reflejo en el espejo. Su pelo estaba
marrón, pero sabía que en realidad ese ya no era su color natural, en lugar de
eso, se estaba volviendo blanco. Tan blanco como su piel, la cual había perdido
ese tono rojizo en las mejillas, y ahora se volvía cada vez más translúcida,
como si en algún momento fuese a desaparecer. Articuló una sonrisa. Estoy igual
de bien que a los 30- intentó convencerse, pero su mirada cansada y sombría no
parecía estar de acuerdo.
Desde el pasillo
podía oír el televisor, estaban pasando un comercial de ollas que ya conocía de
memoria y que, de hecho, ya había comprado en dos ocasiones. Nunca lo apagaba,
ya que además de que le gustaba escuchar otras voces en la casa, le permitía
enterarse al instante de todo lo que pasaba a su alrededor, y como dice el
dicho, el saber es poder.
Mientras preparaba su
café, sonó una voz familiar a sus espaldas: el noticiero había comenzado.
Rápidamente, dejó todo lo que estaba haciendo y se sentó en el sillón que tenía
detrás. El cual, con el tiempo se había ido ahuecando a la medida de su figura,
de forma tal que cuando ella lo ocupaba daba la sensación de que se completaba
el rompecabezas.
Luego de presentarse,
los conductores comenzaron con las noticias del día, las cuales no eran muy
distintas a las del día anterior, ni del anterior al anterior. Dijeron que
habían vuelto a desaparecer mujeres, que la policía había encontrado el cuerpo
descuartizado de otra, que seguían los robos a mano armada en la vía pública,
las disputas entre vecinos y el aumento del costo de los huevos (alimento de
lujo). Además, aconsejaron a sus espectadores que procurasen no salir de sus
casas debido a que el aire estaba tan contaminado que era posible que causara
enfermedades respiratorias.
Mientras veía las
imágenes poco discretas de los hechos, no podía evitar angustiarse. Parecía no
darse cuenta de que todos los días recibía la misma información, la cual
siempre venía cargada de odio y violencia. Miró a su alrededor, todas las
cortinas de su casa estaban cerradas y aunque lo intentase, no podía recordar
la última vez que había dejado entrar la luz del sol, ya que no podía lidiar
con la idea de encontrarse con la realidad que le mostraban todos los días a
través de la pantalla. ¡Qué días de locos estos que vivimos! - pensó en voz
alta, y el programa siguió su curso habitual.
La conductora estaba
hablando de lo cómodos, económicos, elegantes y a la vez ligeros que eran los
zapatos que llevaba puestos y que toda mujer debería tener, cuando escuchó un
sonido que la desconcertó. Al principio, creyó que provenía del noticiero, pero
como luego de varios segundos no paraba, se percató de que surgía de otro
lugar. Si bien este era muy distinto a la música computarizada y repetitiva que
pasaban por televisión, le pareció familiar. Era como volver a ver a alguien luego
de mucho tiempo.
La extraña melodía la
fue hipnotizando como si le hubiesen puesto un hechizo. Inesperadamente, se
encontró divagando por los recuerdos de su infancia. Evocó con cierta nostalgia
las tardes de vereda con sus amigos del barrio, los heladitos de los domingos
después de almorzar, las chocolatadas con sus primos en la casa de su abuela,
las películas con pochoclos en el living de su casa y los abrazos de su mamá
cuando volvía del colegio. Esto, provocó que se levantara del sillón y que, por
primera vez en mucho tiempo, apagara el televisor. De repente, la casa pareció
distinta y se llenó de la dulce composición que la hacía sentir segura,
tranquila, como si todo fuese a estar bien.
Caminó hacia la
puerta y, tras juntar, coraje la abrió muy despacio y con los ojos cerrados, ya
que a pesar de que sentía curiosidad y cierta atracción, todavía le seguía
teniendo miedo al mundo exterior. Cuando esta por fin quedó abierta de par en
par, comenzó a separar sus párpados de a poco para que se acostumbren a la luz,
y fue ahí cuando la vio.
Sentada en el cordón
de la vereda de enfrente, una joven tocaba la guitarra. Siguió con la mirada
los movimientos de sus dedos en las cuerdas. Vio como estos danzaban entre DO y
LA menor, para luego volver a RE, y casi sin darse cuenta empezó a tocar
acordes en el aire, como si ya hubiese tocado esa canción miles de veces en el
pasado, como si conociera todos los secretos y rincones del instrumento, como
si esa joven y ella fueran la misma persona. Como si la joven fuera ella, en un
lugar más vivo, en un tiempo más feliz.
Cuando la canción
llegó a su fin, la muchacha levantó la vista e hicieron contacto visual por
unos segundos, en los que sintió que viajaba en el tiempo, que pasaba por todas
las constelaciones y volvía a la tierra. Luego, los ojos de la joven
recorrieron todo el paisaje, y recién en ese momento, ella se dio cuenta de que
este no era como lo había esperado. No había cadáveres tirados sobre el
asfalto, ni personas cargando armas como mostraban en el noticiero. Tampoco
había calles inundadas, gente con máscaras de oxígeno o ruidos molestos de las
alarmas de seguridad de las casas. En lugar de eso, el clima era agradable, el
sol resplandecía y el único sonido que se podía distinguir era el del televisor
dentro de los hogares, un sonido que ella y que todo el mundo reconocería desde
metros de distancia. ¿Acaso había ignorado el despertador esa mañana y eso que
estaba viendo no era más que un sueño? ¿O el sueño había sido todo lo anterior
y ahora acababa de despertar?
La cabeza no paraba
de darle vueltas, ya no podía decir qué era real y qué no. Toda la seguridad
que le había proporcionado la canción se esfumó como una ráfaga de viento,
dando lugar a que regresen todos sus fantasmas. Una parte de ella quería salir,
escuchar más música que le llenara el alma y sentir los rayos de sol
calentándole el rostro. Pero en lugar de eso, volvió a meterse en su casa y
tras cerrar la puerta, se sentó en el sillón. Prendió el televisor y se
sumergió nuevamente en ese bucle interminable, como si nada hubiera cambiado
desde que preparó el café del desayuno. No lo hizo por cobarde, pero tampoco lo
hizo por valiente, simplemente no pudo con tanta realidad, o con tanta ilusión,
según de donde se lo mire. Porque al final de cuentas, después de tanto tiempo
sumergida en su burbuja, su mente había empezado a estar ausente y su corazón
se había convertido en un desierto.
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