domingo, 23 de junio de 2013

Del inapreciable valor de la página en blanco Por Ezequiel Feito

I

Hace poco tiempo a un dictador le habían asegurado que en su país circulaban libros que contenían ideas humanistas, políticas, filosóficas, poéticas y hasta revolucionarias.
Muy preocupado por eso, ordenó que en adelante los libros que se editasen tuvieren todas sus páginas en blanco.
Fue entonces que los súbditos de aquel tirano cuando querían leer, abrían los libros en cualquier página e imaginaban lo que estaba escrito.
En menos de una semana estalló una revolución que terminó con aquella dictadura. A partir de allí, esa nación fue la primera y única en el mundo que imprimía libros completamente en blanco.

II

Una vez, un poeta muy alabado por si mismo y por sus editores, compró un cuaderno para escribir sus poemas. Lo estrenó garrapateando uno o dos de ellos. Al rato, con cierta sorpresa, vio que las páginas donde los había escrito estaban nuevamente en blanco, tan blanco como si nada se hubiera escrito allí.
“Después de todo  se sinceró- las poesías no valían mucho”
Al otro día escribió según su inspiración hasta la mitad del cuaderno. Varios minutos después el cuaderno volvió a quedar completamente en blanco.
“Quizás el papel o la tinta tengan algún defecto” -dijo algo contrariado-
Entonces para que no se repitiera lo mismo, escribió con lápiz 8 o 10 poemas y alguna divagación. Apenas se dio vuelta, nuevamente el cuaderno estaba en blanco.
“Debo reconocer  reflexionó- que éste cuaderno es el más sincero y piadoso de todos mis críticos”
Y olvidándose de elogios y aplausos, dejó de escribir.

III

“Yo soy quien más comprende el horror de la página en blanco”  dijo aquel comerciante-, y de inmediato comenzó a calcular el porcentaje de ganancia que tenía que aplicar a la mercadería de su negocio.

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