¡Oh, tarde luminosa!
El aire está encantado.
La blanca cigüeña
dormita volando,
y las golondrinas se cruzan, tendidas
las alas agudas al viento dorado,
y en la tarde risueña se alejan
volando, volando...
Y hay una que torna como la saeta,
las alas agudas tendidas al aire sombría,
buscando su negro rincón del tejado.
La blanca cigüeña,
como un garabato,
tranquila y disforme ¡tan disparatada!
sobre el campanario.
Este poema lo recitaba mi viejo cuándo nosotros éramos niños, exagerando las declamaciones para hacernos reir, allá por los años 70s
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