Numen y verbo, precursor y atleta,
Fue la piedra angular de la república;
Lanzó su ideal, y la conciencia pública
Le eligió jefe y le aclamó profeta.
A su voz se elevó la llamarada
Que preparó el íbero en su encono,
Y temblando un virrey miró su trono
Convertirse en ceniza, en polvo, en nada...
Acallaron su voz, calló e gigante;
En las azulas ondas del Atlante
Su armadura mortal duerme silente;
Mas la idea genial que ardió en su mente,
Obra de un alma de hálito potente
Nadie la apagará, marcha triunfante.
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