Fue en Baldwin el delito, miserables,
fue el crimen, corazón de yanquilandia,
donde el dólar predica:
-”Democracia, señores, Democracia”
(Whithman se cubre el rostro, pero impreca.
Withman, callado, canta.
Lincoln se cubre el rostro, pero ruge.
Lincoln, callado, habla.)
“¡Democracia, señores!”
Donde se linchan negros, “¡Democracia!”,
donde la libertad - ¿La tuya, Washington?-
tiene una enorme estatua.
Lo dicen con patético cinismo
las dos líneas no más de un cablegrama:
“En Baldwin (Alabama) se quemaron
cincuenta toneladas de patatas”...
¡Cincuenta toneladas, hambrientos,
cincuenta toneladas, niños parias,
madres sin leche, viejos mutilados,
cincuenta toneladas de patatas!
(Franklin se cubre el rostro, pero llora
Franklin, callado, brama.)
Hambre, miseria, carestía; el dólar
os grita: “¡Democracia!”
La libertad en el cubil del ogro
tiene una enorme estatua.
(¿Aún se allá traerías tus maestros?...
y Sarmiento también, ceñudo, calla.)
¡Ciencuenta toneladas, desdichados,
cincuenta toneladas de patatas!
Pueblos que se muren de hambre en todo el mundo,
quema el dólar cincuenta toneladas,
cincuenta toneladas, infelices,
cincuenta toneladas de patatas.
Seguid bebiendo, pobres, el narcótico
que os suministra el dólar: “¡Democracia!”
Postraos de rodillas ante el mito:
La libertad se congeló en estatua.
Y siempre esa obsesión de pesadilla,
¡Cincuenta toneladas de patatas!
Hay libertad para prenderles fuego
y el dólar ululando: “¡Democracia!”
cincuenta toneladas en cenizas,
cincuenta toneladas,
cincuenta toneladas hechas humo,
cincuenta toneladas de patatas.
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