Trepado en el pino derecho y oscuro
que tiene mi tiempo
-lo, plantó en la puerta cuando vine al mundo
mi abuelo, ya muerto,-
tu vieja palabra jamás entendida
me silbas, oh viento.
...
Parado el molino, sin agua en la acequia,
con el río lejos,
siete días largos con sus siete noches
te esperé en silencio
-de día, rondando mi casa empolvada;
de noche, despierto:-
y llegas del este con las alas frescas
cuando todo el campo se ponía viejo...
¡Oh hermano errabundo, oh hermano que siempre
me llegas a tiempo!
Así como el ave que por las migajas
de mi pan moreno
baja un día y otro de este mismo pino
sin ningún recelo,
bájate amigo, rasguña mi puerta,
ábrela sin miedo
-que en puerta de pobre siempre está caída
la llave en el suelo,-
y aventando toda mi papelería,
quédate jugando con mi libro abierto.
Viento fuerte amigo, que no viendo nada
-siempre fuiste ciego,-
mueves sin cansarte mi molino torpe
y el de mi vecino, que es liviano y nuevo;
viento, fuerte amigo, que en un día pasas
polvoroso y recio,
y en un día vuelves por la misma calle
con olor de riego;
viento, fuerte amigo, que nos das el agua
y que, al mismo tiempo,
silbas en las redes, gruñes en las `puertas,
zumbas en los huecos,
juegas con el humo de los tejados,
soplas en los fuegos,
y las nubes llevas y las nubes traes
para que encantado las contemple el pueblo...
...
¡Oh amigo, algún día, de tanto escucharte,
sabré tu secreto
-el que desde niño me vienes contando
y que yo no entiendo;-
¡Oh hermano, algún día sabré la palabra,
y entonces, sin cuerpo,
rondando villajes, moviendo molinos,
cruzando desiertos,
con el nombre humilde que quieran ponerme
seré un viento fresco.
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