-¿Eres ámbar?- dijo un sabio
a un trozo de arcilla tosca
que halló al borde de una fuente.
-Debes serlo, pues tu aroma
tiene infinita dulzura,
y fragancia seductora.
-Soy barro dijo la arcilla-
con la humildad de la escoria;
soy barro, barro mezquino;
¡pero en edad no remota
guardé, siendo tosco vaso,
un ramillete de rosas!
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