Buenas noches! Cómo va eso? Bien? Yo tengo un amigo especial que en éstas épocas un poco difíciles responde de un modo original cuando le preguntan “¿Que tal? ¿Bien?”… él contesta, invariablemente “Si, pongamos que bien…pero no haga usted caso” Probablemente lo he recordado ahora porque es un hombre incorregible, y hoy, por su culpa, he pasado unos minutos terribles en su despacho de director. El es, actualmente, director de una revista semanal muy exitosa por eso no la nombro- y me encontraba en su oficina tratando de asuntos particulares, cuando de pronto anunciaron la llegada de dos señores muy serios. Quise retirarme. No me dejó. “¡Quedate me indicó- ya sé de qué se trata! Te divertirás…” Entraron estos dos señores, muy graves. Me los presentó. Comenzaron a hablar, y a las cuatro palabras me di cuenta exacta de lo que pasaba. estos señores eran los padrinos que un escritor, agredido por los juicios de la revista, le enviaba a mi amigo para concertar el duelo y batirse. Mi amigo sostiene que ese escritor es un animal en cuatro patas. Lo ha sostenido siempre, pues a él le molestan físicamente los vanguardistas.
Un duelo es siempre una cosa que impresiona un poco, aunque nadie cree en él y ninguno de nosotros lo tome en serio. Pero ahora, figúrense ustedes la escena, sin chistes, porque los padrinos que son generalmente los únicos que se la pillan- le dan a todo una solemnidad funeraria. Y están delante del duelista como anticipándose a los resultados, y tratándolo ya como a un cadáver. La escena asumía entonces contornos trágicos porque se dicen palabras (¿ustedes no han estado nunca en la concertación de un lance?) ¡Ah!, no se reirían… Es como si, en vida, uno fuera a tomarse las medidas del cajón, y a discutir el precio de la propia bóveda. Muy desagradable. Había, pues, un ambiente siniestro, de temblor, de palidez…feo…feo… Los padrinos insistieron en que mi amigo se retractase de sus insultos. Mi amigo siguió sosteniendo que no lo había insultado. “Le ha llamado usted caballo dijo entonces uno de los padrinos- ¿No es, acaso, un insulto?”. La cosa se fue poniendo cada vez más fea. Se siguió discutiendo, gritando… finalmente uno de los padrinos se puso de pie y dijo gravemente, mirándome porque había intentado interceder buenamente, sin conseguirlo- “El lance dijo- es inevitable. Nuestro apadrinado le cede a usted el derecho de elegir armas. Su proceder como usted ve- no puede ser más noble, a pesar de la opinión lamentable que le merece como escritor. ¿Pistola, espada, sable?” “perfectamente respondió mi amigo -. ¿Yo debo elegir las armas? En ese caso, elijo la Gramática. ¡A veinte pasos y avanzando hasta que caiga uno de los dos!”
Ahora resulta que los padrinos le han mandado a él sus padrinos…
Este relato está extraído de su ciclo de charlas por Radio Municipal, año 1937.
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