Un páramo extiende su horizonte imaginario.
donde no hay otra sombra que la mía.
¿Para qué este horizonte,
esta tierra vacía, sin un árbol para ahorcarse?
¿Para qué sirve, pues, esta extensa llanura totalmente inútil?
¿Este persistente sueño de la nada
donde estar vivo es estar muerto?
Porque ni siquiera tengo la oportunidad de una muerte
que ponga fin al cansancio de la monotonía.
Esto es mi tumba. Mi tumba está vacía. El cielo es mi lápida
y con mis pies nivelo este ataúd de melancólica madera.
¿Por qué moverme? ¿Para qué correr todo el tiempo?
¿Para qué buscar más espacio, si no estoy vivo
ni muerto?
Estoy sentado en la tierra llana, la que se extiende tras la cima
que creí haber construido.
Sobre este maldito suelo de bronce
donde mi existencia está confinada hasta el hastío,
o hasta que la muerte se acuerde
de la sequedad tremenda de mis huesos.
¿Quién puede navegar en un mar vacío,
donde el cuerpo es solamente el polvo metafísico
de su propio aliento?
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