La sensación de estar trabajando de nuevo era sibarítica y me esforcé toda la semana con placer constante. Fuimos a la imprenta y esperé un día con cierto afán `para ver si mi esfuerzo iba a llamar la atención. Cuando abandonaba mi oficina, hacia el crepúsculo, un grupo de hombres y chicos que estaba al pie de las escaleras se dispersó de un sólo impulso y me abrieron paso y oí que uno o dos de ellos decían : “¡Ese es él!”
Como es natural, el incidente me alegró. Por la mañana siguiente encontré un grupo similar al pie de las escaleras y parejas o individuos apartados, parados aquí y allá en la calle, observándome con interés.
El grupo se separó y se echó hacia atrás cuando me acerqué, y oí que un hombre decía “¡Mírenle los ojos!” Fingí no advertir la atención que estaba llamando, pero en secreto me sentía complacido y pensaba contárselo a mi tía en una carta. Subí el pequeño tramo de escalera y oí voces alegres y una risa resonante cuando me acerqué a la puerta, que abrí; pude ver entonces a dos jóvenes de aspecto rural, cuyos rostros se demudaron y alargaron al verme, y después los dos se zambulleron a través de la ventana con un gran estruendo. Quedé sorprendido.
En mas o menos una hora, un viejo caballero de barba flotante y rostro espléndido pero bastante austero, entró y se sentó cuando lo invité a hacerlo. Parecía tener algo en mente. Se quitó el sombrero y lo dejó en el piso, y sacó de él un pañuelo de seda roja y un ejemplar de nuestro periódico.
Se puso el periódico en la falda y mientas limpiaba sus anteojos con el pañuelo dijo:
¿Usted es el nuevo redactor?
Le dije que lo era.
¿Redactó alguna vez un periódico agrícola antes?
No dije- Éste es mi primer intento
Ya me parecía. ¿Ha tenido alguna experiencia práctica en agricultura?
No; creo que no.
Cierto instinto me lo indicó dijo el viejo caballero, poniéndose los anteojos y mirándome con aspereza por encima de los cristales, mientras doblaba el periódico para darle una forma adecuada-. Me gustaría leerle lo que debe de haberme hecho tener ese instinto. Fue este editorial. Escuche y ve a si fue usted quien lo escribió:
“Los nabos no debieran ser arrancados, porque eso los daña. Es mucho mejor enviar un muchacho a que sacuda el árbol.”
Muy bien: -¿Qué piensa de eso? Porque debo suponer que realmente usted lo escribió, ¿verdad?
-¿Qué pienso de eso? Caramba, creo que está bien. Creo que tiene sentido. No tengo dudas de que cada año millones de kilos de nabos se arruinan sólo en esta ciudad porque los arrancan cuando están medio maduro, mientras que si hubieran enviado un muchacho a sacudir el árbol….
¡Sacudir a su abuela! ¡Los nabos no crecen en los árboles!
Ah, no, ¿verdad? Bueno, ¿Quién dijo que lo hicieran? El lenguaje pretendía ser figurativo, figurativo por completo. Cualquiera que sepa algo sabrá que quise decir que el muchacho debía sacudir la enredadera.
Entonces aquel anciano se levantó y rasgó el periódico en pequeños pedazos y saltó sobre ellos y rompió varias cosas con el bastón y dijo que yo no podría distinguir ni siquiera una vaca; y después se fue y dio un portazo tras él, y , en pocas palabras, actuó de tal modo que supuse que debía estar disgustado con algo. Pero como no sabía cual era el problema, no pude serle de la menor utilidad.
Poco después de esto, una criatura larga, cadavérica, con mechones lacios que le colgaban hasta los hombros, y una barba cerdosa de una semana asomando entre las colinas y valles de su cara, se precipitó al interior de la oficina y se detuvo, inmóvil, con un dedo en los labios y la cabeza y el cuerpo en actitud de escuchar. No se oía el menor sonido. Aún así siguió prestando atención. Ni un sonido. Después hizo girar la llave en la cerradura y vino caminando en puntas de pie hacia mí, hasta que se detuvo a mi alcance, momento en que se detuvo y, después de escrutarme la cara con intenso interés por un momento, extrajo de su pecho un ejemplar doblado de nuestro periódico y dijo:
Aquí está, usted escribió esto. Léamelo… ¡rápido! Alívieme. Sufro.
Leí lo que sigue, y a medida que las frases caían de mis labios, pude ver cómo llegaba el alivio, pude ver cómo se relajaban los músculos tensos y cómo se iba la ansiedad de la cara y cómo el descanso y la paz invadían los rasgos del visitante como la piadosa luz lunar sobre un paisaje desolado:
El guano es un pájaro espléndido, pero es necesario un gran cuidado para criarlo. No debiera ser importado antes de junio o después de septiembre. En invierno habría que mantenerlo en un sitio abrigado, donde pueda criar sus pichones. Es evidente que tendremos una estación atrasada para el cereal. En consecuencia el granjero hará bien en empezar a transplantar su maíz y plantar sus tortas de alforfón en julio en vez de agosto.
Algo sobre la calabaza. Este tipo de baya es un plato favorito entre los nativos del interior de nueva Inglaterra, que la prefieren a la uva crespa para hacer tortas de fruta y que del mismo modo la prefieran a la frambuesa para alimentar a las vacas, dado que llenaba más al animal, y es mucho más satisfactoria. La calabaza es el único fruto comestible de la familia de las naranjas que prospera en el norte, salvo el calabacín y uno o dos variedades de cuello corto. Pero la costumbre de plantarla en el patio delantero entre los arbustos está pasando muy rápido de moda, porque ahora se reconoce por lo general, que la calabaza como árbol para sombra es un fracaso.
Ahora bien, a medida que se acerca el clima cálido y empieza a desovar el ganso...
El excitado oyente saltó hacia mí para estrecharme la mano y dijo:
- Basta, basta… con esto es suficiente. Ahora sé que estoy bien, porque usted lo leyó tal cual lo leí yo, palabra por palabra. Pero, forastero, cuando lo leí por primera vez esta mañana, me dije: Nunca, nunca lo había creído antes, a pesar de que mis amigos me mantenían bajo una vigilia tan estricta, pero ahora creo que estoy loco. Y ante esto lancé un aullido que podía oírse a tres kilómetros de distancia y partí con la intención de matar a alguien… porque como sabe, sé que eso vendría tarde o temprano, así que bien podía empezar por ahorrar tiempo. Volví a leer uno de los párrafos, como para asegurarme, y después quemé mi casa hasta los cimientos y partí. Lisié a varias personas y logré que un tipo se trepara a un árbol, donde puedo alcanzarlo si quiero. Pero pensé entrar aquí mientras pasaba y asegurarme bien; y ahora estoy seguro y le digo que es una suerte para el tipo del árbol. Lo habría matado con seguridad, al volver. Adiós, señor, adiós. Me ha sacado un gran peso de la mente. Mi razón ha soportado la tensión de leer uno de sus artículos agrícolas y ahora se que hada puede desequilibrarla. Buenos días, señor.
Me sentí un poco in quieto por las personas lisiadas y los incendios intencionales con que se había entretenido aquel hombre, porque no podía dejar de sentirme remotamente cómplice de estos hechos. Pero tales pensamientos desaparecieron de pronto, ¡porque entró el redactor regular! (Pensé para mi: Si te hubieras ido a Egipto como te recomendé, yo hubiera tenido la oportunidad de meter mano; pero no quisiste y aquí estás. En cierto sentido te esperaba)
El redactor se veía triste, perplejo y abatido.
Contempló los destrozos que el viejo amotinado y los dos jóvenes granjeros habían hecho y después dijo:
Esto es un asunto triste… un asunto muy triste.
Quedó rota esa botella de mucílago, y seis vidrios, y una escupidera y dos candelabros. Pero eso no es lo peor. Quedó herida la reputación del periódico, y de modo permanente, me temo. Es cierto, nunca hubo antes una respuesta así para el periódico y nunca vendimos una tirada tan grande ni trepamos a tal celebridad. ¿Pero acaso uno quiere ser famoso por lunático y prosperar basado en las dolencias de la mente? Amigo mío, como soy un hombre honesto, la calle afuera está llena de gente y otros se amontonan sobre las cercas esperando darle un vistazo a usted, porque creen que está loco. Y bien, pueden pensarlo después de leer sus editoriales. Son una desgracia para el periodismo. Demonios, ¿quién le puso en la cabeza que podía redactar un periódico de este tipo? Usted no parece conocer los primeros rudimentos de la agricultura. Habla de un cañadón y un azadón como si fueran la misma cosa, habla de la temporada de desplume para las vacas; ¡y recomienda la domesticación de hurón debido a su carácter juguetón y a su excelencias como cazarratas! Su observación de que las almejas se quedarán quietas si se les toca música es superflua…superflua por completo. Nada perturba a las almejas. Las almejas siempre están quietas. A las almejas la música no les importa un carajo. ¡Ah, por todos los cielos y la tierra, amigo! Si usted hubiese hecho de la adquisición de ignorancia el estudio de su vida, no podría graduarse con mejores notas de lo que podía hacerlo hoy. Nunca vi algo semejante. Su observación acerca de que la castaña de indias como artículo de comercio va ganando terreno está sencillamente calculada para destruir este periódico. Quiero que renuncie a su puesto y se vaya. No quiero seguir de vacaciones; no podría disfrutarlas. Por cierto, no con usted ocupando mi silla. Siempre estaría aterrado de lo que podría recomendar usted a continuación. Pierdo por entero la paciencia cada vez que pienso en su discusión sobre los criaderos de ostras bajo el encabezamiento “Jardines” Quiero que se vaya. Nada sobre la tierra podría convencerme de tomar otras vacaciones. ¡Oh! ¿Por qué no me dijo que no sabía nada de agricultura?
¿Decírselo, marlo de maíz, repollo, hijo de un coliflor? Es la primera vez que oigo una observación tan cruel. Le diré que he estado en el negocio de redacción durante 14 años y es la primera vez que oigo a alguien decir que un hombre tiene que saber algo para redactar un periódico. ¡Nabo! ¿Quién escribe las críticas de teatro para los periódicos de 2º categoría? Caramba, u hatajo de zapateros y aprendices de boticarios promovidos, que saben sobre la buena actuación tanto como yo sobre la buena labranza y no más. ¿Quien reseña libros? Gente que nunca escribió uno. ¿Quién hace las nota de fondo sobre finanzas? Tipos que han tenido las mejores oportunidades para no saber nada al respecto. ¿Quién critica las campañas indias? Caballeros que no distinguen un hacha de guerra de una pipa de la paz y que nunca tuvieron que correr una carrera con una tomahawk, o arrancar flechas de los diversos integrantes de su familia para armar el fuego de campamento con ella. ¿¿Quién escribe los llamados a la sobriedad y la abstinencia? Personas que no tendrán sobrio el aliento hasta que descansen en la tumba. ¿Quién redacta los periódicos agrícolas, pedazo de batata? Por lo general hombres que fracasaron en la línea poética, en la línea de la novela sensacionalista, en la línea del drama escandaloso, en la línea de noticias ciudadanas y por fin caen sobre la agricultura como una postergación transitoria antes de llegar al asilo. ¡Usted pretende contarme algo a mí sobre el negocio de los periódicos! Señor, lo conozco de Alfa a Omaha, o le digo que cuando menos sepa un hombre, más grande será el ruido que haga y más alto el salario que obtendrá. El cielo sabe que si yo hubiese sido ignorante en vez de cultivado, y descarado en vez de tímido, podría haberme hecho un nombre en este mundo cruel y egoísta. Renuncio, señor. Dado que he sido tratado como usted me ha tratado, lo hago de muy buena gana. Pero cumplí con mi deber. He respetado mi contrato hasta donde me fue permitido hacerlo. Le dije que podría hacer de su periódico algo interesante para todas las clases y lo hice. Le dije que podría hacerle alcanzar un tiraje de veinte mil ejemplares y si hubiera tenido dos semanas más lo habría hecho. Y le he dado el mejor tipo de lectores que alguna vez tuvo un periódico agrícola, ni un solo granjero entre ellos, ni un individuo solitario que pudiera distinguir un árbol de melones de agua de una enredadera de duraznos para salvar su vida. Usted pierde con esta ruptura, no yo, planta de pasteles. Adiós.
Y me fui.
N DE RDF: Este artículo, con toda la actualidad que tiene, fue escrito en 1870.
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