jueves, 4 de julio de 2013

CERTAMEN LITERARIO 2009 “RAÍCES ITALIANAS”, auspiciado por la ASOCIACIÓN ITALIANA FILANTRÓPICA UNIDA DE BALCARCE

1º Premio : La vieja. Autor: Juan Carlos Leonetti

Afuera, la nieve caía hacía tres días.
En el hogar, las llamas amarillas consumían los leños, al calor de los cuales la vieja tejía la larga prenda que ya nunca ninguno vestiría. Más, como si fuera una Penélope itálica, tejía con los hilos de sus recuerdos y los hilos de blanca lana una prenda sin formas, como su vida misma.
Dejó las agujas sobre la mesa, acercó sus delgadas manos al fuego y, casi sin querer, miró el sobre con los bordes celeste y blanco que el cartero le había entregado esa mañana: desde una estampilla roja la observaba un general de mirada grave. Dentro, una carta escrita en un idioma mal aprendido y ya casi olvidado y un pasaje para embarcar en Nápoles, en un barco cuyo nombre no entendía.
Posó con dulzura y lentamente sus ojos cansados sobre los cinco cuadros que colgaban en las paredes de la sala: Giuseppe, Luigi, Vincenzo, Francesco, Genaro…
Se volvió despacio hasta la ventana. Los vidrios le devolvían su rostro pálido. ¡El pañuelo negro sobre sus blancos cabellos guardaba tantos lutos y dolores!
Miró la nieve que caía sin pausa, la misma nieve que miraba desde hacía setenta años: entre los árboles vestidos de frío se dibujaban las montañas de la Sila Piccola. Podía oír el ruido de las cascadas del arroyo buscando el lago… Pensó que en el cementerio del pueblo faltaba todavía una cruz.
La oscuridad de la noche la sorprendió así y lentamente, como dueña de todo el tiempo, dirigió sus pasos a la habitación, abrió la vieja cómoda y ató el sobre con la cinta blanca junto a otros sobres color sepia.
Sus finos dedos descorrieron las sábanas blancas de un ajuar bordado para perdurar.
Sintió bajo su cuerpo la blandura del colchón, era el mismo colchón sobre el que había parido cinco dolores, sobre el que había llorado, en su silencio, cinco despedidas… Al costado, su mano acarició una ausencia.
En la oscuridad de la habitación la vela puesta a la Virgen lanzaba sobre las paredes de la estancia curiosas sombras de los objetos adormecidos..., quizá un oscuro barco empujado en lejanos mares por un suspiro de madre.


La Vecchia (versión en Italiano)

Fuori la neve fioccava da tre giorni.
Nel focolare le gialle fiamme rodevano le scheggie al cui calore la vecchia tesseva la lunga maglia che gia mai nessuno vestirebbe, ma qual si fosse una Penélope italica, tesseva con le fila dei suoi ricordi ed i fili della bianca lana, una stoffa senza forma, come la sua stessa vita.
Lascio i ferri sulla tavola, avvicinò le sue dimagrite mani al fuoco e quasi sensa volere, guardò la busta con orli bianchi e cellesti che il postino aveva consegnato stamattina; da un francobollo rosso, la guardava,  un generale dallo sguardo grave. Dentro una lettera scritta in una lingua male imparata e già quasi dimenticata ed un biglietto per imbarcare in Napoli in una nave il cui nome non capiva.
Posò con dolcezza e lentamente i suoi occhi stanchi sui cinque quadri che pendevano sulle pareti della stanza ; Giuseppe, Luigi, Vincenzo, Francesco, Genaro ….
Si rivolsi pian piano fino alla finestra, i vitri gli restituivano il suo pallido viso, il fazzoletto nero sopra i suoi bianchi capelli custudiva tanti luti e dolori!!....
Guardò la neve che cadeva senza pausa, la stessa neve che guardava da settanta anni, tra gli alberi vestiti di fredo si disegnavano le montagne della Sila Piccola, poteva udire il rumore delle cascate del ruscello cercando il lago..., pensò che nel cimitero del paese mancava ancora una croce.
La oscurità della notte la sorpresero così, e lentamente, come padrona di tutto il tempo, dirissi i suoi passi verso la camera, aprì il vecchio cassettone e annodò la busta con il nastro bianco insieme ad altre buste colore seppia.
Le sue fine dita spostavano i lenzuoli bianchi di un corredo ricamato per perdurare.
Sentì sotto il suo corpo la morbidezza del materasso, era lo stesso materasso sul quale aveva partorito i suoi cinque dolori, sul quale aveva pianto, nel suo silenzio, cinque congedi...,  accanto la sua mano accarezzò un'assenza.
Nel buio della abitazione, la candela, presso la Madona, lanciava sulle pareti della stanza curiose ombre dei oggetti addormentati ..., forse una nave oscura spinta su lontani mari da un sospiro di madre.

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