Desalojo
Juan M. Prieto
Ya está todo en los carros;
herramientas, enseres, y también los muchachos
metidos entre fardos.
Ya está todo en los carros
no hace falta más que el “Vamos”.
Pero nadie se atreve a mover los caballos.
Parado en el pescante el chacarero aguarda,
mira el montón de adobes que ha quedado del rancho.
Su mujer a su lado con un niño en los brazos
inquiere con la vista, qué es lo que está esperando
y lanza una mirada medrosa a los muchachos,
los recuenta y los nombra, ninguno queda abajo.
Pero nadie se atreve a mover los caballos.
Todavía un minuto, una mirada al campo.
El chacarero inmóvil, las riendas en las manos
y el sombrero agachado que le cubre los ojos
- ojos que de seguro están llorando
Pregunta si están todos y luego grita: - ¡Vamos!...
Pero él es el último en mover los caballos.
Con un chirriar de ruedas
y un ruido de trastos,
y un griterío alegre en los fardos
arrancaron los carros;
y el hombre todavía vuelve la cara y mira
en el convencimiento de que allí queda algo.
Algo que siendo suyo no ha cargado en los carros.
Diez años de su vida repletos de trabajo.
¿Adónde irán ahora a echar otros diez años?...
Por el ancho camino trotan los caballos.
El año que no llegará nunca
Ezequiel Martínez Estrada
- Tú dijiste, mamá, que en poco tiempo
me iba a crecer la pierna.
Si no me lo repites
no iré más a la escuela,
porque todas las chicas
se ríen al mirarme las muletas,
y me dicen que ya no tendré nunca,
ya nunca más la pierna…
Pero yo sé, mamá, porque no mientes,
que el año entrante he de tenerla nueva;
tú no hubieras dejado, de otro modo,
que para siempre me quedara renga…
No podrás suponer cómo se burlan
de mí todas las chicas de la escuela.
Tú llorarías como yo… ¡Qué malas!
Juegan solas, solas, y juegan
como nunca… Si vieras cómo corren,
cómo saltan jugando a la rayuela.
Pero yo espero, porque tú dijiste
que el año entrante la tendría nueva;
y entonces, ¡cuánta rabia
van a tener las chicas de la escuela,
esas que ahora dicen
que estoy fea, muy fea!;
porque algunas, mamá, dicen en serio
que no me quiere tanto la maestra,
y que tú has de comprar otra muchacha
que tenga las dos piernas…
¿Verdad que no, mamá? ¿Verdad que mienten?
¿Verdad que en poco tiempo estaré buena?
¡Malas! ¡Malas! Lo dicen
para verme llorar, para que crea
que tú ya no me quieres como antes
porque he quedado renga…
Pero ¿verdad, mamá, que el año entrante
tendré otra vez la pierna?
Caras sucias
Julio Imbert
Yo vi del cerro, mama,
subir la luna,
manchadita, con toda
la cara sucia.
Usté que me lava siempre,
y yo no quiero,
mire la lunita sucia,
¡Y está en el cielo!
¿No seré yo lunita,
mama, por algún día?
(Por los cielitos altos
me escaparía)
El niño pobre
Juan Ramón Jiménez
Le han puesto al niño un vestido
absurdo, loco, ridículo;
le está largo y corto; gritos
de colores le han prendido
por todas partes. Y el niño
se mira, se toca, erguido.
Todo le hace reír al mico,
las manos en los bolsillos...
La hermana le dice pico
de gorrión, tizos lindos
los ojos, mansos y rizos
en el roto espejo - : “¡Hijo,
pareces un niño rico!...”.
Vibra el sol. Ronca, dormido,
el pueblo en paz. Sólo el niño
viene y va con su vestido,
viene y va con su vestido...
En la feria, están caídos
los gallardetes. Pititos
en zaguanes... Cuando el niño
entra en casa, en un suspiro
le chilla la madre: “¡Hijo,
- y él la mira calladito,
naciendo, hambriento y sumiso,
los pies en la silla- ,hijo
pareces un niño rico!...”.
Campanas. Las cinco. Lírico
sol. Colgaduras y cirios.
Viento fragante del río.
La procesión. ¡Oh, qué idílico
rumor de platas y vidrios!
¡Relicarios con el brillo
de ocaso en su seno místico!
El niño, entre el vocerío,
se toca y se mira: “¡Hijo,
- le dice el padre bebido,
una lágrima en el limo
del ojuelo, flor de vicio -,
pareces un niño rico!...”.
La tarde cae. Malvas de oro
endulzan la torre. Pitos
despiertos. Los farolillos,
aún los cohetes con sol vivo,
se mecen medio encendidos.
Por la plaza, de las manos,
bien lavados, trajes limpios,
con dinero y con juguetes
vienen ya los niños ricos.
El niño se les arrima,
y radiante y decidido,
les dice en la cara: “¡Ea,
yo parezco un niño rico!”
Canción de cuna del litoral argentino
Fryda S. de Mantovani
Cantaba, cantaba la tarde;
cantaba, cantaba el maíz;
cantaba, cantaba el sereno:
¡Mi niño no quiere dormir!
La noche, jinete de humo,
galopa silbando a su perro.
Las nubes se duermen al paso...
Mi niño se queda despierto.
La luna regala naranjas,
el sapo le pide la suya.
Mi niño, cerrando los ojos,
tendrá la más grande y madura.
Calma
Emilio Prados
Cielo gris.
Suelo rojo.
De un olivo a otro
vuela el tordo.
En la tarde hay un sapo
de ceniza y oro.
Suelo gris.
Cielo rojo...
Quedó la luna enredada
en el olivar.
Quedó la luna olvidada.
Poema
Rafael Alberti
Del barco que yo tuviera
serías tú la costurera.
Las jarcias de seda fina;
de fina holanda, la vela.
- ¿Y el hilo, marinerito?
- Un cabello de tus trenzas.
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