En tu marea
En tu marea suelo irme dulcemente
y navegar hasta tu profundidad,
devorarme tu fauna libremente
regresar y tirarme a descansar.
Sentir tu sal abriéndome los poros,
escurrirme en tu arena y paladear
ese blanco beso de las olas
que fue dejando en mi costa tu ancho mar.
Lo se
Sé que con la lluvia me buscaste
y me esperaste en la calle, entre la gente,
con el café caliente de las tardes
y el gesto inevitable de tu frente.
Con tus manos vacías pero ardientes
y mil penas de amor para contarme,
con la avidez de tu sangre que latente
se devoró las noches sin hallarme.
Tu soledad se envejeció junto a la espera
y yo no estuve ahí. Hay un instante
en el que la vida te pone por delante
blanco o negro, otoño o primavera.
Y cuando eliges, pierdes sin manera
de conocer qué fue lo que dejaste.
El mendigo
Él tenía sus ojos vacíos escarchados,
y en sus manos llevaba las grietas de la vida.
Apilaba deshechos de sueños malogrados,
capitán sin destino, regreso ni partida.
Quién sabe sus recuerdos de qué se alimentaron,
en qué constelación se hundieron sus pupilas.
Sólo la noche supo de su triste inventario,
Cielorraso de penas, cabalgata de heridas.
Qué calles no marcaron sus huellas serpentinas,
qué puertas no se abrieron al golpe de sus manos.
Un silencioso grito en la pampa dormida.
Se acostó sobre el campo descansando cansancios.
Halló en la vía láctea su vida peregrina
y una noche de invierno sus ojos se cerraron.
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