I
Hay una anciana hábilmente hilando
un trozo de sol en la vereda,
mientras la tarde, meditando pasa
su disco de oro en la retama seca.
II
El cielo arma un laberinto mudo
que embota el hierro de hoces y guadañas
mientras que a lo lejos, claramente,
se escucha el grave canto de la anciana
que ahora hila las luces con las sombras,
la paz y el bien, el hambre y la metralla
que mutila el sol entre las piedras.
La tarde se adelanta
viniendo más allá de la frontera
a preguntarle a la vieja el camino
por donde ha de ir y regresar con ella.
III
Todo es crepúsculo en la abandonada silla
y profunda oscuridad en la vereda.
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