El otoño se alejaba poco a poco. Se notaba en los árboles sin hojas, en las últimas montañitas doradas que el placero barría, en la aparición de algunas bufandas… todas eran señales de nuevos problemas para él.
Su abrigo ya era insuficiente y el sitio que hasta ahora había defendido de extraños sería en las próximas noches un lugar despreciado por aquellos que compartían su vida miserable y triste, un lugar solo habitado por los peritéticos.
La plaza San Martín y su banco deberían ser reemplazados, pero…
Imposible pensar. Mucho menos arrastrando mareos y alta temperatura desde varios días atrás…
Decidió entonces, pasar una noche más en su aparente cama, en su aparente casa.
El sueño llegó, a pesar de su sed, sed de agua, de abrigo, de cariño, de dignidad.
Soñó. Soñó con lo que muchas veces le habían prometido. Soñó con lo que muchas veces había soñado…
Lentamente, despertó. Cuando se vio en medio de aquella multitud, sintió extrañeza y pensó que no se había vestido para la ocasión. Se mantuvo en silencio, expectante, hasta que oyó su nombre, su apellido y su número de documento. Inmediatamente lo miró y lo reconoció. Era la voz del afiche, la voz de aquel señor de saco y corbata, de aquel que parecía no dejar de sonreír nunca. Ahora le sonreía a él. Y sin más… lo hacía dueño de una casita, y le asignaba, además las tareas de mantenimiento de la plaza San Martín.
Cuando el acto terminó, todos los beneficiarios fueron trasladados hasta el barrio para que conocieran el lugar y las casas. Era más de lo que había soñado. Sintió que finalmente ese señor, además de sonreír simpáticamente y de ser uno de los demotestimoniales más creíbles, había pensado en los desprotegidos.
Curiosamente, como no sucedía desde mucho tiempo atrás, alguien lo observó y descubrió que se tambaleaba de vez en cuando, que su frente estaba cubierta de sudor…
Le ofreció llevarlo al hospital. Accedió. Lo recibieron en la guardia. Le indicaron que se acostara en la camilla. Cuando lo hizo sintió que el cansancio, la alegría y el sueño lo invadían.
De pronto alguien le tocó el brazo. No sabía cuánto tiempo había transcurrido.
Una última hoja cayó sobre su rostro y el placero nuevamente le advertía que el banco debía quedar libre.
Demotestimoniales. dícese de quienes muestran interés en subsanar problemáticas sociales, económicas y culturales del pueblo.
Peritéticos. dícese de quienes conmueven por aspecto frágil y desprotegido.
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