lunes, 24 de junio de 2013

Poetas y payadores de Argentina (Una selección brevísima)

El arte de payar ya se practicaba en la antigua Grecia; de allí lo tomaron los romanos, quienes lo llamaron canto amebeo y luego pasó a los árabes. Los trovadores españoles también lo practicaron y finalmente, como consecuencia de la conquista, el arte pasó a América. La aparición del payador en nuestro continente, con sus rasgos específicos, data de mediados del siglo 18.
En el campo, existieron desde siempre los payadores. No se sabe bien cuál es el origen del término payador. Lugones supone que deriva de “Predador” que significa “rogador” o “rezador”. Otros como Ricardo Rojas, que proviene de “Payo”, nombre que se le da en Castilla, España, al campesino. La voz, según Rojas, nace del latín Pagus que derivó en pago, comarca rústica o patria natural, como la pampa, y país, que es la pintura del campo, y también la tierra y su visión, de donde viene paisano y paisanaje. Rojas sostiene que el payador iba “de pago en pago” y de allí tomó su nombre. Otros piensan que deriva del quechua Paya o paclla que significa “dos”, porque el payador compite con otro en el canto. 
Esta figura existe en toda Latinoamérica con nombres variados que reflejan la vinculación de estos personajes con los antiguos juglares. En Colombia los llaman copleros o cantores, en Venezuela cantadores, troveros, metristas, rimadores, en Venezuela porfía y en Chile palladores.
El gaucho fue el bardo de la pampa, y todos los estudiosos del tema remarcan la importancia que tuvo la poesía como agente civilizador entre los campesinos.
Resaltan en este arte: Gabino Ezeiza, Pablo Vázquez, Juan José García, Walter Monsegí, Atahualpa Yupanqui, Cayetano Daglio, R. Ayala, J.Curbelo, M. Suint; y entre los poetas: Ascasubi, José Hernández, Rafael Obligado, Usandivaras, y varios más, cuyos nombres ocuparían merecidamente muchas páginas.
(Fuentes: Poetas y Payadores, de Durañona y Partucci, Colección Del Mirador, Cántaro Editores) 


Selección de coplas de “El payador perseguido” de Atahualpa Yupanqui


Con permiso via a dentrar
aunque no soy convidao,
pero en mi pago, un asao
no es de naides y es de todos.
Yo via cantar a mi modo
después que haiga churrasquiao.

La sangre tiene razones
que hacen engordar las venas.
Pena sobre pena y pena
hace que uno pegue el grito.
La arena es un puñadito
pero hay montañas de arena.

Pobre nací y pobre vivo
por eso soy delicao.
Estoy con los de mi lao
cinchando tuitos parejos
pa' hacer nuevo lo que es viejo
y verlo el mundo cambiao.

Acostumbrao a las sierras
yo nunca me sé marear,
y si me siento alabar
me voy yendo despacito.
Pero aquel que es compadrito
paga pa' hacerse nombrar.
Si alguien me dice señor,
agradezco el homenaje;
mas, soy gaucho entre el gauchaje
y soy nada entre los sabios.
Y son pa' mi los agravios
que le hacen al paisanaje.

Yo también, que desde chango
unido al canto crecí,
más de un barato pedí
y pa' los piones cantaba.
¡Lo que a ellos le pasaba
también me pasaba a mí!

Si uno pulsa la guitarra
pa cantar cosas de amor,
de potros, de domador,
de la sierra y las estrellas,
dicen: ¡Qué cosa más bella!
¡Si canta que es un primor!

Pero si uno, como Fierro,
por áhi se larga opinando,
el pobre se va acercando
con las orejas alertas,
y el rico vicha la puerta
y se aleja reculando.
Yo canto, por ser antiguos
cantos que ya son eternos;
y hasta parecen modernos
por lo que en ello vichamos.
Con el canto nos tapamos
para entibiar los inviernos…

Yo no canto a los tiranos
ni por orden del patrón.
El pillo y el trapalón
que se arreglen por su lado
con payadores comprados
y cantores de salón.

Se puede matar a un hombre,
pueden su rancho quemar.
Su guitarra destrozar.
¡Pero el ideal de la vida,
esa es leñita prendida
que naides ha de apagar!

Detrás del ruido del oro
van los maulas como hacienda;
no hay flojo que no se venda
por una sucia moneda;
mas, siempre en mi tierra queda
gauchaje que la defienda.
Una canción sale fácil
cuando uno quiere cantar.
Cuestión de ver y pensar
sobre las cosas del mundo.
Si el río es ancho y profundo
cruza el que sabe nadar.

Nadie podrá señalarme
que canto por amargao.
Si he pasao lo que he pasao
quiero servir de advertencia.
El rodar no será cencia
pero tampoco es pecao.

Y aunque me quiten la vida
o engrillen mi libertad.
¡Y aunque chamusquen quizá
mi guitarra en los fogones,
han de vivir mis canciones
en l'alma de los demás!

¡No me nuembren, que es pecao
y no comenten mis trinos!
Yo me voy con mi destino
pal lao donde el sol se pierde.
¡Tal vez alguno recuerde

que aquí cantó un argentino!


“El Güenos Aires”   De “Casos del Coya Martín Bustamante” de Julio DiazVillalba

Pero vé el Estanislao
qué maneras de darse aires,
orgulloso porqui ha estao
nu hace mucho en Güenos Aires.

Si espera qu'eso me turbe
yo antis qu'él istmo primero.
Mi acuerdo qui cáido al urbe
con mi amigo Andrés Rivero.

Juí pa curarme di un diente,
algo raro me pasaba,
tando, tando derripente
la boca se me lu hinchaba.

Allá llegando al Retiro,
cuando el bajo se recorre,
entre las cosas que almiro
es un reloj y una torre.

Pero esa torre, velay
uno se confunde a veces
un había sío de nadies di áhi,
había sío di unos ingleses…

Mi cumpa me dice vamos,
y en un pozo como cueva
bajábamos, bajábamos,
yo digo ¿p'ande me lleva?

Entrá, me dice, a este andén,
y en un trencito me encierra.
Y mus tao en ese tren
¡meta andar por bajo tierra!

Por fin cuando í güelto al aire
una vez salío del tiesto,
en medio del Güenos Aires
li preguntao: ¿Y qu'es esto?
Ha sío cuando mi topao
que casi me deja bizco,
con un cerro rebanao.
Me dice: ¡es el obelisco!

No mus ido p'al Palermo
y  a un bar el cumpa se mete.
Yo en tanto seguía enfermo
con mi jeta hecha un rosquete.

Rivero pide un anís
y a pircarle me provoca,
y yo le grito: ¿No vís
que se me lu hincha la boca?

¡Y áhi mesmito, suerte amarga,
Cuando yo'i abierto el pico,
si acerca un tipo y me larga
un puñetazo al hocico!

Dispués mi han hecho un encierre,
y los porteños hablaban
como arrastrando las erres,
y a mi también me arrastraban.

Y al llevarme así a la cincha
decía pa mis coletos:
¿Por qué la boca se me hincha
me aporrian estos sujetos?

Cuando mi cumpa me toca
diciéndome despacito,
creen que sós hincha de Boca
y aquí de River son tuitos.

¡Pero vé! ¿n' este entrevero
porque causa se me enrieda?
Güeno, me dice Rivero,
nos vamos p'Avellaneda.
Mus entrao a una cantina,
Yo siempre con mi compinche,
cuando en forma repentina
ya si armao otro bochinche.

Mi había sentao en la punta
di una banca, y áhi nomás
viene un tipo y me pregunta:
¿Decí vos, con quién estás?

Ya lo'i visto d'enemigo
dentrando a mirarme fiero,
y entonces suave le digo:
Yo siempre estoy con Rivero…

Y el sujeto grita: ¡Ah já!
¿Te las táis dando de guapo?
¿Con que River? ¡Tomá!
y me acomoda un sopapo.

Y el Rivero mi explicao
mientras yo estaba maltrecho,
causante que mi has nombrao
que sos de River ti han hecho.

P'hablar aquí ante una rueda
va a ser mejor que lo pienses.
¿No vis qu'en Avellaneda
cuasi tuitos son boquenses?

¡Si pues! ¿Y a mi en este lío,
decí que pito me toca?
Si yo nunca í conocío
ni a Don River ni a Don Boca.

¡Chanzas d' estas a mi nó!
Si yo con naides m'enrolo.
Vos bien sabís de que yo
soy independiente y sólo…
Y pu'áhi me salta un oyente,
qu'era un hombre di hacha y tiza,
¿Con que sos de Independiente?
¡Y de nuevo otra paliza!

Y mi parao desafiando:
¡Van a ver lo que les pasa
con mi primo el zurdo Ovando
que es un peliador de raza!...

¿De dónde decís payuca?
¿De Racing es ese tipo?
¡Y di un manazo en la nuca
cuasi me cortan el hipo!

¡Alhaja, i dicho, di antojos!
cuando i recobrao el tino,
p'hablar sin que hayan enojos
aquí áhi que ser endivino.

Cansao de tantos desaires,
aguaitadas y reveses,
mi golvío del Güenos Aires
pa no poner más los pieses.




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