lunes, 24 de junio de 2013

Vuelo 1406 - Liliana Colavita

Cumplido el último trámite, ya tenía todos los papeles listos. Solo faltaba el anuncio de partida del vuelo 1406 que llegó por medio de una modulada voz femenina, primero en español, luego en inglés. No había manga de abordaje y el avión estaba a unas cinco cuadras del espigón. Los pasajeros fueron subiendo al transportador con sus bolsos de mano. Desde la escalera del avión miró brevemente para atrás y se acordó de cómo las figuras famosas saludan desde ahí. Sonrío. La azafata le dio la bienvenida y pasó a buscar su asiento. Se sentía muy bien. Nunca había creído en irse de vacaciones para olvidar los problemas. Su convicción era que los problemas están dentro de uno mismo y no en los lugares geográficos y no se dejan fácilmente en la pista del aeropuerto o en el andén de la estación. Si embargo esta vez era distinto, era un viaje muy esperado, colmado de expectativas, el gran viaje.
Había podido elegir ventanilla al momento de recibir la ubicación y se acomodó con el maletín bajo el asiento.
El avión anduvo lentamente hasta el final -o el principio- de la pista y dio la vuelta. Empezó a acelerar. Era una cosa impresionante sentir la fuerza de la máquina preparándose, como un animal hostigado. Las turbinas zumbaron, la velocidad fue en aumento rápidamente y de pronto esa incomparable sensación de empezar a volar, de estar avanzando por el aire, maravilloso logro de la tecnología, sueño permanente del ser humano.
Los alrededores del aeropuerto se vieron poco porque, ascendiendo, el avión atravesó una nube blanco grisáceo tan espesa que parecía que la ventanilla estuviera empañada. Mecánica e inocentemente pasó la mano por el vidrio como para limpiarlo.
Al saludarlos, el comandante había anunciado turbulencias durante el viaje, por lo tanto los ligeros zarandeos no le preocuparon. Fue entornando los ojos, dejando de ver la nube para adormecerse. Estaba de vacaciones.
Cuando despertó ya estaban aterrizando y no se fijó mucho en los otros pasajeros. Tuvo la impresión de haber llegado como única persona a ese destino.
Una profunda sensación de felicidad le hizo dudar de su convicción de que los problemas se llevaran dentro de uno mismo. No podía pensar en nada desagradable. Experimentaba una sensación de bienestar y alegría absolutos. Había llegado. Ahí estaba todo lo bueno, los momentos gratos y los recuerdos de los momentos gratos y el presentimiento de un deleite futuro permanente.
Era realmente maravilloso ver esperando a todas las personas que tanto quería, ver que esas personas, saliendo de la nube grisácea, parecían gozar su misma paz y felicidad.
Estaban todos y algunos más de los que en ese momento se enteraban por las cadenas mundiales de noticias que no había sobrevivientes del accidente del vuelo 1406.


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