lunes, 24 de junio de 2013

Una tarde calurosa

Una tarde calurosa,
en una chacra segando,
me llegaron las noticias
que un viejo estaba cantando.

Ensillé mi redomón
(era regular el flete).
Enderecé pa' una fonda
adonde estaba el vejete.

Al subir un cuesta arriba
y al bajar un desparejo,
ya vide blanquiar los pastos:
se me hacía  que era el viejo.

¡Vean que diablo de viejo!
Sin duda, me conoció,
porque no faltó un intruso
que al verme se lo informó.

El viejo:
Venga para acá, mocito;
otra pregunta le haré:
¡cuántos pelos tiene un gato
cuando acaba de nacer?

El muchacho:
Ya que la pregunta me hace,
la respuesta le daré:
si no se la ha caído alguno,
todos los ha de tener.

El viejo:
Venga para acá, mocito;
otra pregunta le haré:
¿cuántas piedras tiene un río
cuando deja de crecer?

El muchacho:
Ya que la pregunta me hace,
la respuesta le daré:
póngamelas en hilera,
contando se las diré.

El viejo:
Venga para acá, mocito;
otra pregunta le haré:
¡qué cosa echó Dios al mundo
sin acabarla de hacer?

El muchacho:
Es difícil la pregunta
para mi ciencia tan poco;
y le diré que es el mate,
pues Dios no le abrió la boca.

El viejo:
Atrevido de muchacho,
que me venís a faltar.
Muy bien puedo ser tu padre,
y me debes respetar.

El muchacho:
No soy atrevido, padre,
yo no le vengo a faltar.
Me ha de mostrar la corona
y se ha i dar a respetar.

Dictado por don Ceferino Vega en Guandacol. Está en el cancionero popular de Tucumán bajo el número 912. Fuente: Poetas y Payadores, de Durañona y Partucci, Colección Del Mirador, Cántaro Editores 

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