(en un domingo de invierno)
Amo tu barro.
Amo
la humildad de la lluvia
y su caricia fría
que pinta las paredes
de oscura
fantasía.
Afuera
el mundo nos olvida
para escuchar al viento
cantar su abril anclado en las esquinas.
Y ordenando los sueños
que despeinó la noche,
al abrigo
estás
conmigo.
Nuestra lámpara tiene
luz
para un día.
Mañana
bostezará mi puerta sin asombro
y entrará un lunes más.
Entonces
te irás.
Amo tu barro.
Amo
lo que se llevan tu bolso y tu tapado.
Las pálidas bandadas
que duermen
seis noches
en los estantes mudos,
esperando la vida
que les das
vestida
de terciopelo negro
y música
grana.
Amo tu barro.
Amo
lo que alcanza mi mano
cuando estás
y como un soplo
borra
lo demás.
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