lunes, 24 de junio de 2013

(Diálogo que Mr. Bridgest y el Dr. Zeballos tuvieron en un tren que iba a Azul, año… consignado en la primera parte de su libro “Viaje al país de los Araucanos”

"Hubo un momento de pausa, mientras John Bridgest, que así se llamaba mi amigo de viaje, explora el hondo bolsillo de una levita, con toda la traza de haber sido lavado en agua de té, sacando un pañuelo de seda con el cual limpió los vidrios de los anteojos, como si quisiera reforzar su vista para leer en mi semblante la impresión que causaban sus palabras.

- Doctor, continuó Mr. Bridgest, la índole del argentino se resiente de una gravísima deficiencia para la vida de las instituciones libre.
A la faz de los acontecimientos, despliegan ustedes una agitación vertiginosa, y como les sobra actividad intelectual, dominan con rapidez y sin violencia los fenómenos cuya influencia experimentan. Si se les juzgara por el tumultuoso tropel con que ustedes se conmueven en un momento dado, atraídos por una bandera o movidos de un propósito cualquiera, bueno o nocivo, habría derecho a esperar de ustedes cosas extraordinarias como las que de tiempo en tiempo exhibieron los ingleses y los norteamericanos para asombro de todas las naciones y provecho de todos los hombres.
Pero ustedes desaparecen de la arena con el mismísimo ardor con que bajan a ella, y dominados por un vértigo de impresiones fugaces, se apasionan y olvidan, comienzan y retroceden, anhelan todos los días de emociones nuevas y de iniciativas nuevas…

- El cuadro que usted traza, Mr. Bridgest, está sin duda lleno de calor y de severidad, y a fuer de leal observador, reconozco que hay razón de enrostrarnos falta de previsión en nuestra vida social. Nos consagramos a llenar exigencias inéditas, odiamos las evoluciones normales de las cosas que se producen en el tiempo y el espacio: vivimos un día y ésta no es la vida que cimenta la libertad y produce los espectáculos del progreso.”

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