Una mancha de olvido en un papel inútil,
Un poema cortado sin remedio,
Un silencio.
Y de pronto sentí que las cuerdas vibraban
Y subieron del fondo más oscuro del tiempo
Un niño adormecido,
Un gigantesco sueño con la cabeza erguida
Y la mancha vivía y era otra vez palabra.
Supe que era imposible.
Sentí un puñal absurdo,
La traición sin piedad de las horas perdidas.
Pero no me importaba:
Renacía por dentro y el poema fluía.
Cuando en las noches quiere encadenarme la angustia
Y me acosan los perros hambrientos del deseo,
Les entrego mi cuerpo, les regalo a las calles
Lo pequeño, lo inútil del vino de mi sangre,
Los conformo, los callo con su justo alimento.
Cuando subo a mirar la ciudad encendida
veo un cielo invertido de estrellas y destinos
Y pasan por mis ojos las ventanas,
Sus ruidos,
Las mesas y las cunas.
Y giran mis sueños,
Rozan las cuerdas rotas y lastiman,
Cruzan los cementerios de los libros
Y no encuentro una hoja que repose mis vuelos.
Porque recuerdo pájaros tan míos,
Cuando creía construir la jaula
Para que fueran libres.
Pero sé que en un sitio aflora tu hermosura
A poblar los silencios y despertar la vida.
Soy un niño sediento que roza tus secretos
Y tus ojos me ríen
Y regreso
Y me encuentro.
Si algún día te toca o te toca una noche
En una cuerda rota vibrar alguna lágrima,
Que tu mano acaricie en un papel mis paisajes.
Porque siempre están solos los que saben del llanto
Pero nunca están solos los que aman.
(Del libro “Páginas Rescatadas”, julio de 1998)
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