domingo, 30 de junio de 2013

CONTATE UN CUENTO III - Ganador de Categoría A - Micaela Masdem

LOS OJOS VEN
Alumna de 1ºAño  de la ESB Nº 7


Esta historia trata sobre dos ojos, sí, dos ojos que estaban en la cara de una niña llamada Melisa. Ella tenía 7 años y vivía con su papá, mamá y su hermanito de 3 añitos. Iba a 1° grado y era una de las más grandes del salón, con su mejor amiga,  Florencia,   estaban todo el día juntas.
Estos ojitos miraban todo lo que hacía Melisa, sabían todo lo  que sentía y  no les gustaba que estuviera triste, porque cuando la tristeza la invadía, lloraba y estos se inundaban. Un mar de agua los cubría hasta que la mamá le cantara su canción preferida.
Semanas antes de que los ojitos se vieran repletos de agua, observaron que Melisa era una niña feliz: vivía con su familia, tenía buenas calificaciones y reía sin parar, pero un día…
Los ojitos veían que  su mamá se acercaba hacia ellos y los miraba fijamente. No escuchaban, ellos solo veían, pero en ese momento un mar de agua vino y los inundó a los dos, entonces estos se dieron cuenta de que algo no andaba bien. Por ese motivo el ojo derecho se conectó con el  oído y le preguntó qué había escuchado, qué le decía la madre de Melisa a ella. Pronto recibió la respuesta,  le había dicho que el papá y la mamá no iban a vivir más juntos y que su hermanito,  la mamá y ella vivirían en otra casa fuera de la ciudad. El ojito ahora comprendía el mar de agua y llamó a su compañero para contarle lo que le sucedía a la pequeña.
Una semana después la mudanza estaba hecha, los ojos ahogados en un mar de agua miraban atónitos el camión de la mudanza y la cara del papá que despedía a Melisa con una sonrisa forzada.
La nueva escuela de Melisa era linda, grande y con muchas aulas, eso era lo que veían los ojitos. Pero se daban cuenta que para ella la mejor escuela era la de su ciudad, con sus amigas y señoritas. Los ojitos miraban que todos los otros ojos de los nuevos compañeros de Melisa los miraban y se sentían un poco incómodos porque algunos no lo hacía con buena cara. Un gran llanto se acercaba, pero justo se fue cuando la señorita le dijo a Melisa que se parara, los oídos estaban muy atentos de todo lo que pasaba para comentarle a los ojos todo lo escuchado.
Los ojitos preocupados por Melisa miraban todo con mucha más atención y vieron que la mamá de Melisa no estaba nunca en su casa, y otra señora llamada” niñera” la cuidaba a ella y a su hermanito. Ellos se dieron cuenta de que la vida de Melisa había cambiado por completo y la mayoría de los días eran visitados por las lágrimas.
Melisa quería ver a su papá y todavía faltaban tres días para que los pasara a buscar para pasar el fin de semana, esto leían los ojitos cuando Melisa escribía, en su diario íntimo, con mucho esfuerzo porque este año recién, había empezado a escribir.
El día esperado por Melisa llegó, se fue con su papá y su hermanito a pasar el fin de semana a su verdadera casa Cuando entraban los ojos vieron que otra señora estaba sentada en el sillón mirando televisión y leyendo una revista. Melisa preguntó quién era, y el padre le dijo que ella era su nueva esposa, y que las dos serían buenas amigas.  Todo esto, por supuesto fue  contado por el oído izquierdo que escuchó con más atención ya que el oído derecho se había quedado dormido. Las dos charlaron un instante y en ese pequeño momento la señora le contó muchas cosas de su vida, le dijo que le gustaba el sushi, que era dentista, que no le gustaba que le tocaran la ropa ni el pelo, que no le gustaba que la miraran fijo, que le molestaba mucho el sonido de cuando se muerde fuerte, que tenía 34 años y seguramente muchas cosas más, pero los oídos no dieron abasto y no pudieron acordarse de nada.
Melisa estaba enojada por no poder ver a sus amigas, en especial a Florencia; por no poder ver a su papá todos los días, y porque él estuviera con esa mujer. Estaba enojada por no ver a su mamá como antes, y estaba enojada  porque en su nueva escuela no tenía amigos.
Toda su cara estaba preocupada, la boca, los ojos y los oídos querían ayudar a Melisa, por eso organizaron un plan: cuando  Melisa fuera a la casa del padre otra vez, le iba a hablar a la nueva señora que vivía con él, diciéndole que quería tomar un helado, todo esto dicho por la boca. Luego ella le tiraría el helado encima sin querer, aunque arrojado a propósito por el brazo, que también decidió ayudar, después de eso sus ojos la mirarían fijo y por último la boca junto a los dientes morderían fuerte, muchas veces, esto de que la boca tuviera un segundo acto, la emocionó más de lo que estaba por actuar. Todo esto lo harían para molestar a la señora y para que se fuera.
El día anterior a que ella fuera con su padre y el plan estuviera en marcha, los ojitos miraron a la madre de Melisa feliz y a Melisa más contenta, entonces intrigados, preguntaron a los oídos el porqué de tanta felicidad. La respuesta fue que la madre de Melisa iba a trabajar menos horas e iba a poder estar más con sus dos hijos. Eso para los ojos era una gran noticia porque era un problema ya resuelto.  
Nuevamente el padre fue a buscarlos.  Al llegar a su casa  todo estaba listo para poner en marcha el plan, su cara estaba preparadísima. Todo marchaba bien, la boca hablaría, pero ¿cómo saldría? Solo había una manera de averiguarlo. Preparados, listos, ya: La boca soltó la frase con una dulce voz “¿podemos ir a tomar un helado?” .La señora, asintió con la cabeza y soltó dos palabras, “por supuesto”, inmediatamente el oído avisó a todas las demás partes de la cara que participaban de este plan la esperada respuesta de la señora. La primera etapa había sido completada. Llegaron a la heladería, Melisa, realizó el pedido y pasado unos minutos, el brazo, que estaba nervioso y transpiraba,  se preparaba para  actuar, y lo hizo. Arrojó el helado sobre la señora y le salió perfecto, otra fase completada. Llegó el turno de ellos, los inventores del plan, era el turno de los ojos que comenzaron a mirarla fijo acompañados por las dos cejas que se fruncían para una mirada más provocadora del enojo de la señora, estas dos a último momento también decidieron participar, pero aunque no tuvieron tiempo de ensayar su trabajo les salió excelente. Ahora solo les faltaba la última etapa del plan, la boca se preparó, junto con los dientes, y empezaron a masticar fuerte el helado y aunque los dos se murieran de frío no importaba porque era por una buena causa. El plan estaba terminado y había salido de lo mejor; sin embargo, no lograron despertar la ira de Úrsula, la nueva esposa del padre.
La semana siguiente, Melisa fue a la casa de su padre  y los ojitos observaron que la señora estaba allí. Y también se enteraron que a Melisa le habían dicho que estaba mal lo que le había hecho a Úrsula. Los oídos escucharon todo, pero temían  decirles a sus amigos lo ocurrido con Melisa, aunque tomaron fuerzas y contaron todo lo escuchado. Las partes de la cara y los demás participantes del plan se quedaron muy decepcionados por fracasar.
Los ojos de Melisa miraban fijo  los ojos de Úrsula, que por otra parte estaban posados sobre los ojos del padre y se dieron cuenta que ellos  transmitían ternura, que ellos buscaban con alegría estar enfrentados   con los del  padre de Melisa. Muy a su pesar su padre sentía amor por aquella señora y viceversa.¡Qué desilusión! Frente al amor no se puede luchar, concluyeron los ojos. Melisa iba a tener que comprender la situación y seguramente con el tiempo las lágrimas cesarían, porque después de una “gran tormenta siempre sale el sol”
Un día cuando Melisa fue a la casa del padre, encontró  que Úrsula había traído a su sobrino Valentino que tenía 7 años, esto observaron los ojos, pero lo de los años y el nombre se lo contaron los oídos.  La boca se movía y no paraba, entonces los ojos se dieron cuenta de que Melisa estaba muy charlatana, hablando con Valentino, ¿se harían buenos amigos?  Eso era lo que todas las partes de la cara de Melisa esperaban para que no fuera a la casa del padre triste por estar con Úrsula, aunque fuera muy amable con ella y la dejara estar con su padre todo lo que ella deseaba.
Los días pasaban y los ojitos se dieron cuenta de que todas las veces que Melisa iba a la casa del padre, Valentino estaba allí, y que ella iba con mucho más entusiasmo.
Todo estaba resuelto, Melisa estaba feliz de nuevo, porque tenía un nuevo amigo, porque cada vez que iba con su padre veía a Florencia. Ahora veía más tiempo a su mamá y en la escuela tenía dos nuevas amigas llamadas Delfina y Sol y aunque su padre y su madre no vivieran con ella y su hermanito, ella nuevamente era feliz.

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