domingo, 30 de junio de 2013

Schiller: El dramaturgo del pensamiento

Friedrich von Schiller nació en Marbach (Württemberg) el 10 de noviembre de 1759 y murió en Weimar el 9 de mayo de 1805. Durante su infancia recibió una educación de profunda religiosidad, basada en el pietismo, lo que en principio le inclina a seguir la carrera eclesiástica; luego estudia en la escuela militar; más tarde se orienta hacia el derecho y posteriormente la medicina, mientras realiza sus primeras composiciones literarias.
Junto a Johann Wolfgang von Goethe se inscriben en el movimiento literario Sturm und Drang [tormenta e ímpetu], defensor del romanticismo, la naturaleza y las ideas de libertad y rebeldía ante lo establecido. La influencia y la amistad con Goethe otorga a Schiller un sentimiento romántico y apasionado en defensa de la libertad del hombre y la reacción contra los males que le aquejan, plasmado todo ello con gran belleza formal no exenta de apasionamiento y vigor. El lenguaje radiante, dramático, investido del poder de la retórica, es el más fascinante que haya logrado jamás un dramaturgo. Así, en 1799 publica su genial Wallenstein, ambientada en la guerra de los Treinta años. Más tarde escribe María Estuardo, drama intenso, a la que siguen La doncella de Orléans y Guillermo Tell en 1803. Gran poeta, escribe versos dotados a la vez de sencillez estilística y grandeza lírica. Una de ellas, la Oda a la alegría que sirve a Beethoven para llevar a la apoteosis su famosa sinfonía coral, servirá en el siglo XX de talismán mítico tanto para fascistas como para comunistas y liberales. Es que el inquebrantable optimismo de Schiller, su creencia primordial en los valores positivos, están dramáticamente presentes en aquella Freude con que los atronadores coros de Beethoven estremecerán a toda la humanidad. Existe aquí una distancia innegable con nuestro estado de ánimo actual en ese llamamiento al ardor colectivo del que nos hemos hecho recelosos. Para Dostoievski, Schiller fue la auténtica personificación del “individualismo patriótico”. Schiller y Goethe, dos titanes, se vieron por última vez el 1° de mayo de 1805. Como Chéjov, Schiller murió bebiendo una copa de champagne.



Oda a la alegría

Alegría hermosa chispa celestial
de Elíseo la hija engendrada!
traspasamos de tu divino santuario el umbral
ebrios de fuego, como una llamarada.

Tus hechizos traban nuevamente
lo que con su rigor ha separado
la fuerza de la costumbre.
Todos los hombres se unen fraternalmente
donde tus blandas alas se han posado.

¡Multitudes, fundíos en un abrazo cariñoso!
!Sea este beso para el mundo todo!
Hermanos...
sobre el firmamento de estrellas tachonado
debe habitar un Padre bueno y amoroso.

El que aquella meta ha logrado,
el que amigo de un amigo puede llamarse,
aquel que una esposa prudente ha ganado,
a este grandioso júbilo debe aunarse.


Sí, también aquel que puede suya llamar
aunque sea un alma en medio de este mundo;
mas, el que nunca esto haya podido lograr
apártese de esta alianza con dolor profundo.

¡Alegría, beberá toda criatura
de los pechos de nuestra madre natura,
así, el hombre bueno, como el malvado
seguirán su rastro de rosas trazado.

Ella fue la que de besos nos colmó
fieles amigos hasta la muerte, los dos.
Al gusano también el placer concedió
y el querubín está de frente ante Dios.

¿Os postráis, humanidad?
¿Mundo entero, adivináis al Creador?
Buscadlo sobre las estrellas, sin temor,

allí está su morada, con seguridad.


Tres palabras de fortaleza


Hay tres lecciones que yo trazara
con pluma ardiente que hondo quemara,
dejando un rastro de luz bendita
doquiera un pecho mortal palpita.

II

Ten esperanza. Si hay nubarrones,
si hay desengaños y no ilusiones,
descoge el ceño, su sombra es vana,
que a toda noche sigue un mañana.

III

Ten fe. Doquiera tu barca empujen
brisas que braman u ondas que rugen,
Dios (no lo olvides) gobierna el cielo,
y tierra, y brisas, y barquichuelo.

IV

Ten amor, y ama no a un ser tan sólo,
que hermanos somos de polo a polo,
y en bien de todos tu amor prodiga,
como el sol vierte su lumbre amiga.

V

¡Cree, ama, espera! Graba en tu seno
las tres, y aguarda firme y sereno
fuerzas, donde otros tal vez naufraguen,
luz, cuando muchos a oscuras vaguen.

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