domingo, 30 de junio de 2013

La historia se repite - por Liliana Colavita

Corría el año 2051. El caos social y económico había llevado al mundo al borde de lo que desde hacía mucho años se quería evitar: la última guerra.
Ninguno de los sistemas probados había servido para concretar las premisas de equidad y justicia social reclamadas por los pueblos y prometidas por los gobernantes.
El mando en ese momento, como en todos los momentos de la historia conocida, estaba en manos de los Notables. Se los llamaba Notables porque todos los otros nombres con que se los había llamado históricamente que eran definitorios de su forma de gobierno, no habían producido los resultados esperados. No habían servido las monarquías, las repúblicas, ni las dictaduras. No habían servido los gobiernos unipersonales, ni los amparados por las legislaturas. En algunos casos, en algunos países, según cuenta la historia, había habido algunos atisbos de progreso, pero siempre quedaban sectores relegados y olvidados. En un  período a los Notables se los llamó caciques, tratando de volver a las organizaciones tribales del principio de los tiempos, que habían dejado testimonios de tener estructuras sociales que funcionaban. Luego se concluyó en que los caciques también eran Notables.
Se volvían Notables por ser los que mandaban, porque siempre los que mandan se hacen notar. Y esto sucedió con los caciques tribales del principio de los tiempos y con todos los que mandaron después, sea cual fuera el nombre que llevaran: rey, presidente, primer ministro, secretario de estado, comandante en jefe o emperador.
La historia decía que desde que existían los Notables existían también los Pretenciosos, que eran justamente los que pretendían ser Notables.
Los pretenciosos solían embanderarse con las necesidades de los pueblos, buscaban su apoyo para sustentar sus pretensiones y para obtenerlo les prometían a veces  -casi siempre- lo incumplible.
Los pueblos estaban tan ávidos de que alguien se ocupara de sus problemas que eran susceptibles a toda promesa, y en muchas oportunidades se encolumnaron atrás de los Pretenciosos equivocados.
El devenir de la historia comprobó que cuando los Pretenciosos dejan de serlo, simplemente pasan a ser Notables, puesto desde el cual no pueden cumplir sus promesas.  Entonces las promesas a los Pueblos son formuladas por otros Pretenciosos que luego se convierten en Notables y así por los siglos de los siglos que la historia tiene documentados.
Ahora, en este agitado 2051, se daba una oportunidad única y posiblemente última de juntar en asamblea a los Notables, los Pretenciosos y los Pueblos, para que cada uno expusiera sus puntos de vista y sus necesidades.
Se había programado la reunión hasta el último detalle. Era sumamente complejo encontrar la forma para que toda la concurrencia pudiera expresar su opinión y fuera escuchada. Se implementaron sistemas de traducción inmediata para los pocos que todavía no hablaban el idioma globalizado, se desplegaron todos los medios de comunicación que ya eran mucho más avanzados que los sistemas satelitales o de fibra óptica. Se organizaron medios de transporte que llevaban a los concurrentes en pocas horas de un extremo a otro del planeta. Las banderas de todos los países flameaban rodeando la gigantesca bandera mundial que representaba a todos los países del mundo, aprobada en una de las últimas cumbres como símbolo de la hermandad de los seres humanos.
No se pudo evitar que al ir llegando tantos concurrentes se produjera un cierto desorden al asignar los lugares a cada uno.
Primero entraron los Notables, su estatus de notables se revelaba en su ropa, en su andar y en sus gestos condescendientes con quienes los saludaban. Los medios de comunicación se disputaban su imagen y su voz, para guardarlos y después insertarlos en el contexto conveniente. Después entraron los Pretenciosos; su estatus de pretenciosos se revelaba en su ropa, en su andar y en sus gestos condescendientes con quienes los saludaban. Los medios de comunicación se disputaban su imagen y su voz, para guardarlos y después insertarlos en el contexto conveniente.
Hubo cierta disputa por los rangos de los lugares, pero los voceros de los Notables y de los Pretenciosos negociaron y -como siempre por los siglos de los siglos- se pudieron acomodar todos.
Entonces se inició el debate para llegar a un acuerdo que solucionaría el problema de todos los Pueblos.
Nadie advirtió que después de acomodarse los Notables y los Pretenciosos, una vez más, los Pueblos habían quedado afuera.

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