La historia de Roma está llena de las luchas entre patricios y plebeyos, y lo mismo se observa en todas las ciudades sabinas, latinas y etruscas; siendo de notar que cuanto más alto nos remontamos en la historia de Grecia e Italia, más profunda aparece la distinción y más marcada la diferencia entre clases.
La familia no se desmembraba nunca, siendo indivisible, como la religión primitiva del hogar. El hijo mayor, al suceder a su padre, entraba en la posesión del sacerdocio, de la propiedad y de la autoridad; y sus hermanos eran respecto a él lo que habían sido respecto a su padre…
A él solo pertenecía el título de pater, porque esta palabra, que designaba el poder y no la paternidad, no podía aplicarse más que al jefe de la familia...
Al cabo de varias generaciones, se formaron naturalmente en cada una de aquellas grandes familias, otras ramas menores que quedaron, por la religión y por la costumbre, en un estado de inferioridad respecto de la rama primogénita, viviendo bajo su protección y acatando su autoridad. Después tuvo aquella familia dependientes que no la abandonaban, permaneciendo unidos a ella hereditariamente y sobre los cuales el pater o patrono ejercía la triple autoridad de amo, magistrado y sacerdote. Diéronseles distintos nombres, según los lugares, siendo los más conocidos los de Clientes y Toetas.
Ya tenemos otra clase inferior. El cliente estaba más abajo, no sólo en relación con el jefe supremo de la familia, sino también con las ramas menores, porque entre éstas y él había la diferencia de que el miembro de una rama menor, remontándose por la serie de sus antepasados, llegaba siempre a un pater…
El hijo de un cliente, al contrario, por muy alto que se remontase en su genealogía, no llegaba nunca mas que a ser un cliente o un esclavo, puesto que no tenía pater entre sus abuelos. Y de aquí el estado de inferioridad en que se hallaba sin poder salir de él.
La distinción entre estas dos clases es muy clara por lo que respecta a los intereses materiales…
Mientras la rama menor tiene al menos un derecho eventual sobre la propiedad, el cliente no puede nunca hacerse propietario. El mismo dinero del cliente no le pertenecía, y siendo su verdadero dueño el patrono, podía apoderarse de él para sus propias necesidades. Por eso, y en cumplimiento de esa antigua regla, dice el derecho romano que el cliente debe dotar a la hija del patrono, pagar por él las multas y afrontar su rescate y contribuir a los gastos de sus magistraturas. Ni siquiera la religión es patrimonio suyo…
La ley, pues, no contaba en la ciudad con las ramas menores, ni mucho menos con los clientes, y por eso, sin duda, añade Aristóteles que los verdaderos ciudadanos eran entonces muy escasos…
Cada pater se presentaba en las asambleas rodeado de su familia, acompañándole también sus parientes y sus clientes como señal de su poder e importancia. La ley prohibía, por otra parte, al cliente tener distinta opinión que su patrono, porque si los clientes estaban unidos a la ciudad, era sólo por la mediación de sus jefes patricios, y si participaban del culto público, comparecían ante los tribunales y entraban a la asamblea, era siempre detrás de sus patronos...
Extractado del libro La Ciudad Antigua del historiador francés Fustel De Coulanges (1830-1889).
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