domingo, 30 de junio de 2013

Lluvias copiosas - Pequeño diccionario de lugares comunes

Estaba parado frente al televisor, completamente resignado a no salir por culpa de una lluvia capaz de igualar a aquella de Noé, cuando en un descuido acústico escuché a un periodista local hablar de esta maldita lluvia, calificándola con el inefable, inolvidable y al parecer único adjetivo de “copiosa”.
La cuestión es que en menos de 5 minutos, dijo y repitió no menos de 4 veces “Copiosa lluvia” como para que no quedaran dudas del fenómeno como del término.
De repente, mientras estaba centrando otro balde en mi quinta gotera, dije en voz alta (obviamente para mí mismo y para mi salud mental): - “Sin duda, buen periodista es aquel que no olvida decir ni uno sólo de los lugares comunes” e inmediatamente, fui hacia la biblioteca “Orbis Tertius” para buscar el origen de la frase, la cual, si mal no recordaba, había sido puesta en boca de un personaje galés o celta en el siglo 10 u 11.
Finalmente encontré que en el año 848, ahisito nomás de la llegada de los Reyes Magos, Otto Lidenbrock, guerrero Azteca, nacido en Japón, nacionalizado Argentino y que vivió en Balonga, Galicia, fue quien lo dijo por primera vez mientras oficiaba de referí en un partido de fóbal, ( N del T. Fóbal: Denominación corriente de un alucinante e incomprendido deporte que se practicaba en los países del 3º mundo de aquella época y que según el Atlas de Calleja eran: Beluchistán, Tonquín, Hotentocia, Cafrería y Villa Caraza) luego de pitar un penal en contra del equipo local. La frase completa que dijo fue: “¡Ostia! ¡Coño! ¡Sus estáis scupiosos me como la iuvia!”
A medida que fue pasando el tiempo, el término fue modernizándose (Scupiosos, cupiosos y finalmente copiosa); y lo que antes se aplicaba al noble arte de salivar réferis anticaseros, (delicadeza que se complementaba con otras cosas que no son necesarias mencionar aquí) terminó aplicándose a la lluvia propiamente dicha.
La primera persona que abusó de este vocablo fue el salvajísimo unitario, Capitán Aracataca Von Somoza, quien en el siglo 13, duró 8 horas como dictador del democrático reino del Pamparaguay, (reino que tuvo la feliz existencia de un día y medio) y debido a la malévola actitud de sus subordinados y aún de todo el pueblo en eso de escupir, determinó por decreto que todos sus voceros deberían repetir “Lluvia copiosa” (o su plural) cada vez que cayese cualquier tipo de líquido de lo alto. En los diez últimos minutos de su mandato se abocó a buscar o inventar un latinajo para justificar lo de “copiosas”, tarea en la cual fue ayudado por el famoso poeta Virgilio, quien según Dante, estaba pasando unas vacaciones en las Termas de Magnesia, provincia del Purgatorio.
Tal asociación fue adoptada por el ambiente frívolo de aquella época, de manera tal que fue usado a mansalva por los más famosos personajes de aquel entonces: El Gran Cotur, Orlando el Furioso, el Petiso Carmona, Carlomagno, Dulcinea del Toboso, el gaucho Nepomuceno Barragán, Doña Petrona y otras celebridades por el estilo.
Desgraciadamente, esta palabra que antes fuera patrimonio de la nobleza, con el tiempo fue degradada en su uso hasta el día de hoy, siendo utilizada por ingenieros agrónomos, políticos, chefs, curdas, docentes, agricultores, peladores de cebollas, vendedores de seguros, caciques indios, strippers y por supuesto, reporteros y/o periodistas. Porque todo  lo que abunda, sí o sí debe ser irremisiblemente copioso.
La ignorancia de nuestro vocabulario, fértil en sinónimos y antónimos, es causa de que este término no sea desplazado por otro más conveniente y elegante.
Por mi parte, yo propongo que de hoy en adelante se llame a las lluvias según sea su tipo, la época política, o el ánimo del locutor de turno. Así, éstas podrían ser: “Lluvias Hepatodigestivas”, “Lluvias Esferomagnéticas”, “Pluvia Defindemesinunsope”, “Líquidos Gravitoputipolíticos”, “Lluvias Demomilitares o Votislodesiempre”, “Lluvias Gronchas”, “Lluvias Psicovelocípedas”, y así seguiría esta lista hasta el cansancio….

Lector, si llegó hasta aquí, cada vez que oiga pronunciar esa palabreja, haga el esfuerzo de pensar en otro término que lógicamente no sea “copiosas”. Por favor, sea más original.

Y ahora discúlpeme, pero una pertinaz, penetrante y algo casual gotera va carcomiendo el lugar donde estoy escribiendo. Debo retirarme del mismo por mis propios medios, merced a un interesante utilitario llamado paraguas, que en estas ocasiones me hace ganar un tiempo copioso.

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