domingo, 30 de junio de 2013

Mate y conversación - Compiló: Jorge A. Dágata

-¿Saben quién murió de viruela? El capitán Salcedo, Cristián Salcedo.
-¿El capitán?... -dice Protasio Funes, el contador de cuentos, y queda meditabundo.
-¿Lo conocías?
-¿Si lo conocía? ¡Si lo conocía, yo! -hace rezongar el mate, y cuenta:
Fue después de lo que le ocurrió al general Hornos en el sur, el 56. El ejército, derrotado, se retiraba. Calfucurá, vencedor, cada vez más atrevido. Había deserciones. Sin comer, se robaba. cuando se pasaba por una pulpería, ¿quién quita el frío y las penas sino la copa? Se emborrachaban los pobres soldados. Entonces se les leyó la orden del día: ¨Al desertor, pena de muerte. Al ladrón, doscientos azotes. Al borracho, cien azotes¨.
Y una madrugada, para peor de todo, ¡los indios! Fue un entrevero duro. El capitán Salcedo había recibido un bolazo en un hombro, no podía llevar el sable. Ya un indio se le acercaba alariando: ¨¡Huinca matau!¨ Entonces Protasio Funes lo bajó de un tiro. Le dijo el capitán Salcedo: ¨Me ha salvado la vida¨. Nada más.
Pasaron meses. Siguieron marcha atrás todavía. Ya en un fortín, llegó la carreta de un pulpero. Protasio Funes había cazado algunos bichos, cambió las plumas por ginebra. Y se emborrachó. Escandalizó el fortín. Hubo que atarlo.
A la siguiente mañana, al despertar, se encontró con el capitán delante. Entonces Funes recordó: ¨Al que se emborrache, cien azotes¨. Se los había ganado. El capitán le dijo al sargento: -Yo se los daré. Y empuñó el palo. Se encerró con él en su rancho. Sin decir palabra, lo ató. Protasio Funes se quitó la chaquetilla -camisa y camiseta no se usaba, entonces; no había para el soldado.
Y el capitán comenzó a golpear y a contar; pero golpeaba en el suelo: uno, dos, tres... ¡cien!
-Póngase la chaquetilla, soldado -dijo-. Y ahora, me va a prometer dos cosas: Una, no emborracharse más. Otra, no contar a nadie, mientras yo viva, esto que ha pasado aquí entre nosotros. ¿Me lo promete?
-Sí, capitán.
-¿Me lo jura?
-Sí, mi capitán.
-¿Qué es lo que más quiere usté en la vida?
-¡Mi madre, pues!
-¿Me lo jura por su madre?
-Sí, capitán.
Y cuando los soldados decían: ¨¡Bruto! Le salvás la vida y él te muele a golpes¨, Patricio Funes se mordía, hubiese querido hablar; pero había jurado. ¡Y por la madre!
-Ahora que el capitán murió, puedo hablar. Por eso ahora lo cuento -epiloga Protasio Funes.
-¿Y no te emborrachaste más?
-¡Nunca! Pero ahora puedo emborracharme, el capitán murió y el juramento valía mientras él viviese.
-¿Querés una copa?
-Todavía no. Esperaré a que entierren al capitán.


Alvaro Yunque, en ¨Calfucurá, la conquista de las Pampas¨. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario