domingo, 30 de junio de 2013

EL SOMBRERO DE TOMAS - Jorge A. Dágata

Si encuentra usted un sombrero
por los campos del Vulcán,
sepa que el dueño está lejos
pero lo va a reclamar.

Una tarde de cansancio
Tomás Falkner lo perdió.
Venía con un arreo
y en el suelo lo dejó.

Era sombrero y almohada,
plato y jarro para él,
otra cosa no tenía
andando con hambre y sed.

No es de oro ni esmeraldas
sino de cuero y amor
de manos sabias de india
y con hilo de tendón.

Un pampa lo trajo llano,
una piedra lo moldeó,
aguja de hueso, lustre
bien sobado por el sol.

Si lo encuentra en un camino
con rumbo al sur, al sauzal,
guárdelo, porque su dueño
lo puede necesitar.

Dejó el sombrero en el suelo,
los ojos entrecerró,
un perro olfateó la grasa
y astuto, se lo robó.

Tomás Falkner se llamaba,
no era español ni era inglés.
Su patria eran estos pagos
y era un hombre como usted.

Predicador, panadero,
arriero y buen sembrador
para el hambre de los otros
y la gracia de su Dios.

Había nacido lejos,
detrás del inmenso mar,
pero eran sierras y pampas
su hogar y su libertad.

No le gustaban las cortes
ni las galas del marqués,
ni el látigo del negrero
español o portugués.

Vino cuando Dios dispuso,
se fue cuando quiso el rey,
leal, exiliado, pobre,
cristiano, pero de ley.

Si encuentra usted el sombrero
perdido en un pajonal,
acuérdese que su dueño
lo puede necesitar.

No se lo deje a los perros
ni a los ingleses, ni al rey,
ni lo abandone al olvido
que es la ingratitud más cruel.

Su dueño anda en otras lluvias
y otros vientos, bajo el sol,
soñando con esta patria
que en el Vulcán encontró.

Tírelo sobre las nubes,
échelo alto a volar,
para que vuelva a calzarlo
el bueno de don Tomás.

El jesuíta Thomas Falkner vivió en este país por más de cuarenta años, recorriéndolo en sus andanzas “a lo indio”. Fue el primer panadero y resero regional, ya que se las ingenió para fabricar bizcocho y arrear tropas de vacas cimarronas con que proveer a la Misión de Nuestra Señora del Pilar, que había fundado junto a Cardiel en el norte de la hoy llamada Laguna de los Padres. La costumbre de utilizar su sombrero como plato, cuando no disponía de otro, y el episodio del robo por parte de los perros, atraídos por la grasa con que estaba saturado, están relatados en el libro de Guillermo Furlong Cardiff, “La personalidad y obra de Tomás Falkner”, de acuerdo al testimonio directo de un amigo común, Dobrizhoffer.

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